En ese último mes, la rutina de Jade había sido bastante sencilla: asistir a la universidad, hacer ejercicio en casa con su amiga Gala y, en ese día, cumplir con la segunda visita del mes programada a sus padres.
—¿Y cómo va tu matrimonio? —preguntó su madre, mirándola por encima de su taza de té.
Ambas estaban sentadas en el jardín en una mesa redonda, una frente a la otra, disfrutando del lugar propicio para compartir confidencias y disfrutar de la tranquilidad de la naturaleza que las rodeaba.
—Va todo bien, mamá —confesó y no mentía. Eso era completamente cierto.
La joven no pudo evitar que una sonrisa cargada de recuerdos la invadiera de forma inesperada. Un rubor se extendió por sus mejillas hasta su cuello cuando recordó su rutina nocturna de ese último mes.
Adriel había dejado de llegar tarde para estar presente en todas sus noches, cenaban juntos, se bañaban juntos y, hacían el amor como un par de animales.
Jade no pudo evitar que su cerebro repitiera las vívidas imágenes de