Para el momento en que llegaron al hotel donde se llevaría a cabo la recepción de la boda, el sol se había ocultado por completo dándole paso a una hermosa noche.
Natalia bajo del auto de la mano de su esposo y ambos se sonrieron el uno al otro, dándole paso así a la segunda fase de aquel teatro.
El lugar elegido para tal ocasión era un espectáculo en sí mismo. Los grandes ventanales, el suelo de mármol pulido y los candelabros de cristal a la vista, era la combinación perfecta entre lo clásico y lo moderno.
Un personal atento los esperaba en la entrada, dispuesto a guiarlos hasta donde la melodiosa música de fondo se escuchaba.
—Bienvenidos, señor y señora Arison.
El saludo le provocó a Natalia un ligero escalofrío y la sonrisa que se mostraba insistente en sus labios se transformó en una mueca deforme y tensa.
«¿Le había dicho señora Arison? ¿A ella?»
Aparentemente, ahora era que acababa de asimilar el hecho de que estaba casada con este hombre.
Ya no sería más Natalia Ramírez, ahor