“¿Christian?”
“¿Mmm?”
“Te quedaste dormido.”
“Maldición.” Me froté la cara con ambas manos. “Perdón. Debería irme.”
Una manta había sido puesta sobre mí, y la habitación estaba envuelta en oscuridad—excepto por la luz del pasillo que se filtraba lo suficiente en el espacio para revelar a Genevieve de pie frente a mí. Llevaba una bata larga de seda, anudada prolija en su cintura.
“Honestamente preferiría que te quedaras. Pero…” Deshizo el nudo de su bata, dejando que se abriera lentamente. Sus dedos se alzaron vacilantes, deslizando la seda de sus hombros. Esta cayó revoloteando, acumulándose a sus pies. Se quedó ahí, completamente expuesta. “Te desperté esperando que subieras en lugar de quedarte dormido en el sofá.”
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LENA
Una pesadilla me había arrancado del sueño, dejándome empapada en sudor. Los detalles estaban borrosos, pero recordaba a Christian y Genevieve—ambos desnudos. La imagen persistía como una niebla de la que no podía escapar. Me dejó tan perturbada que dormir se volvi