Después del trabajo, hice más esfuerzo del habitual—pensando que tal vez si me veía bien, me sentiría bien. Me metí a presión en mis jeans más ajustados y me puse una blusa púrpura oscura que resaltaba mi generoso escote. Un par de tacones negros con tiras y tachuelas fue el toque final. Con solo una mirada al espejo, tuve que admitirlo: me veía jodidamente bien.Así que jódete, Christian Merrick, por no pensar que valía una segunda mirada.Viviendo en Brooklyn, normalmente quedaba de verme con mis citas directamente en el lugar. El transporte público no gritaba precisamente “romance”, y no tenía la costumbre de dejar que desconocidos supieran dónde vivía. Pero Aspen tenía otros planes: se ofreció a manejar, ya que el club de comedia estaba lejos, en Long Island. Contra mi mejor juicio, acepté.—Espero que no te moleste, solo tengo que hacer una parada rápida antes —dijo.—Claro, no hay problema —respondí, mirando por la ventana.El trayecto no fue nada como cuando nos conocimos en aq
Leer más