Nino
Por la mañana, Manu ya no estaba en casa. Era consciente de que se había ido, pero aun así, me incorporé para buscarlo con la mirada, como si aún existiera una pequeña posibilidad de que todo hubiese sido una pesadilla. Pero no. Solo obtuve como respuesta un vacío que ya no me era habitual. Y, sin embargo, tampoco me era del todo desconocido. Porque antes de Manu, esa soledad ya me había visitado, pero ahora era distinta. Era más densa, más cruel.
¿Estaba realmente sola una vez más? Sí. Pero esta vez no era como antes. Esta vez sabía exactamente lo que significaba compartir la vida con alguien que te ve incluso en tus peores días. Y haberlo perdido era como haber sido arrojada fuera de un hogar que por fin creí haber encontrado.
Volví a recostarme con la esperanza de que pasar unos minutos más en cama me aliviaría un poco la cabeza, que no paraba de darme vueltas producto de la borrachera de la noche anterior. Pero también porque la cama, aunque vacía, era el único lugar que aún