Manu
Tras los vestidores, lo único que se escuchaba era el regaño constante y agudo de Nino. A su alrededor, las demás modelos reían o guardaban silencio. Sin duda, era la más inquieta —y ruidosa— del lugar.
—Realmente es injusto —repetía—. ¡Tú merecías el premio! ¡Qué rabia! ¡esto de seguro estaba arreglado! Si Elisa hubiese sido la modelo, habrías ganado —bramaba mientras volvía a ponerse ropa, aún con su cuerpo pintado.
Me limité a escucharla con cierto agrado mientras guardaba mis materiales e instrumentos dentro de mi maletín, tratando de disimular que era incapaz de voltear a mirarla. ¿Cómo podría volver a estar a su lado después de lo que acaba de ocurrir? Estaba seguro de que nunca más podría estar junto a Nino con calma, pues mi mente y mi cuerpo se habían descontrolado por completo. No era solo el verla sin ropa, sino la extraña sensación de insuficiencia que me provocaba solo el hecho de existir y saber que ella existía, y que no éramos la misma persona, aunque deseara co