Capítulo 29
Juan, evidentemente consciente de su error, bajó la cabeza y se disculpó: —Lo siento, abuelo, no volverá a suceder.

—Aplique el castigo.

Manuel miró al mayordomo y ordenó con voz grave.

El mayordomo asintió respetuosamente y salió del salón.

El rostro de Lina cambió inmediatamente, se levantó y dijo:

—Padre, Juan ya reconoce su error y seguramente no lo volverá a cometer. Por favor, perdónelo esta vez.

—Si no le doy una lección, no aprenderá.

Manuel se mantuvo firme, sin ceder en absoluto.

Lina estaba tan angustiada que sus ojos se enrojecieron, empujó a Antonio para que intercediera.

—Padre tiene razón, Juan debe ser castigado.

Antonio, como si no entendiera, apoyó las palabras de Manuel.

Lina estaba a punto de desmayarse de la rabia, solo pudo ver cómo el mayordomo traía el bastón para el castigo.

Juan se arrodilló y recibió seis golpes, sus puños apretados con fuerza, el sudor brotaba de su frente como gotas de rocío.

Después del castigo, el rostro de Lina estaba lleno de lágrimas,
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