El hombre pronunció esas palabras con labios fríos y sin compasión:
—Cuando se toma una decisión, hay que tener el valor de asumir las consecuencias.
El cuerpo de Estrella tembló ligeramente, y se mordió el labio:
—Tío, tiene razón. Por eso no merezco el perdón de la profesora. En realidad, solo quería visitarla y disculparme sinceramente, pero cuando estuve frente a ella, no pude levantar la mirada, no pude enfrentarla. Sé que la decepcioné mucho, y que no me perdonará, que no querrá verme.
Estrella habló con voz entrecortada, levantó la cabeza para mirar el cielo negro, conteniendo las lágrimas.
Daniel la miró y dijo con voz grave:
—¿Cómo estás tan segura de que no te perdonará? Ni siquiera lo has intentado, y ya te estás rindiendo. Una tortuga metida en su caparazón nunca verá el mundo exterior.
Estrella parpadeó con sus ojos húmedos, insegura y temerosa:
—Pero… la profesora Urquiza está muy enojada…
—¿Quieres volver a estudiar piano?— preguntó Daniel.
Estrella lo miró y asintió con