Esa frase hirió profundamente a Juan.
Diana continuó con fingida preocupación:
—Señor Quiroz, solo me preocupa que te estén engañando. Estrella te propone terminar, pero culpa a nuestra relación. ¿Y si ella ya se enamoró de otra persona? No me importa sufrir un poco, solo me duele pensar que otros puedan malinterpretarte.
Juan no respondió, pero su rostro se ensombreció notablemente mientras apretaba los puños con fuerza.
Diana, habiendo logrado su objetivo, esbozó una sonrisa discreta en la oscuridad.
Daniel llevó a Estrella al hospital para que le vendaran nuevamente la herida. Cuando regresó a casa ya era de madrugada. Después de asearse y tomar los medicamentos recetados en el hospital, se acostó y se quedó dormida rápidamente, sin notar el teléfono en silencio que no dejaba de parpadear sobre la mesa.
Aquella noche, Estrella no durmió tranquila.
En su sueño, yacía indefensa en el suelo mientras Juan abrazaba a Diana, mirándola desde arriba con disgusto y frialdad.
—Estrella, nunca