—Solo necesitas prometer que no me volverás a mencionar la ruptura, que no dirás que me dejas, y no dejaré que te lastimen.

Dijo en voz baja, su voz suave.

Pero Estrella sintió frío por todo el cuerpo, una frialdad que surgía desde el fondo de su corazón.

—Juan, estás loco, eres un pervertido.

Esto no era amor en absoluto, sino control.

—Solo necesitas ceder ante mí ahora, y seremos como antes —Juan parecía no escuchar sus palabras, la miró fijamente a los ojos, con expectativa, esperando que lo consolara como antes.

Pero no había nada, en su rostro solo había ira y decepción.

—¿Crees que podemos volver atrás? —su tono era frío, con sarcasmo e ira implícitos—. Juan, no soy tu muñeca. Si aún recuerdas nuestra amistad de tantos años, haz que me suelte.

La expectativa en los ojos de Juan desapareció poco a poco, su expresión se ensombreció:

—Estrella, antes te me rendiste tantas veces, ¿por qué justo esta vez no quieres? Es porque te gusta otro hombre, ¿verdad?

—No —Estrella elevó la voz