Traición a la Sangre
Traición a la Sangre
Por: Genesis
Prólogo

¿Que se necesita para hacer surgir un reino?

¿Paciencia?

¿Un buen líder?

¿Un fuerte ejercito?

— ¡Reina Isabel! — Gritaron desde el fondo del pasillo.

Giré la cabeza para encontrarme al final de éste a un joven y cansado mensajero, el cuál al verme aceleró el paso hacia mi encuentro.

Supondré que el hecho que la reina tenga ya...

Esperen ¿Cuánto tiempo ha pasado? — Me pregunté.

Observé la hora en mi pequeño reloj escondido bajo la manga de mi vestidura.

2 Horas.

Sí, dos horas desde mi desaparición del salón hacia los pasillos exteriores que me llevan al mirador del castillo. Debo decir que, esta vez tardaron en encontrarme. Continuando con lo que decía; supondré que el hecho que la reina tenga ya dos horas desaparecida de la vista de sus súbditos no es algo del todo agradable.

— ¿Qué pasa Joseph? — Pregunté teniendo al mensajero ya a mi lado. Continué con mi camino de forma tranquila y serena por el pasillo exterior.

— Reina... Sabe bien que... No debe estar sola. — Respondió tomando una bocanada de aire entre frases, pareciera como si hubiera recorrido las 6 hectáreas físicas del castillo en mi búsqueda.

— Calma Joseph, primero respira un poco. — Dije mirándolo de reojo. Coloqué mi mano arriba de su cabeza depositando ahí una pequeña caricia y continué mi camino hacia las escaleras.

— Todos están preocupados. ¡La hemos estado buscando por todo el castillo! —

Vaya que no me equivoqué. — Me dije.

— ¿Es tan malo que una reina disfrute de sus posesiones en calma? — Mencioné llegando a las escaleras al mismo que subía los primeros escalones que me llevaban hacia el mirador.

— No, pero... — Lo interrumpí.

— Además, me parece ilógico el hecho que me hayan estado buscando de esta forma. Porque si vamos al caso, entonces ¿Para qué tenemos cámaras, son sólo un adorno? —

Esto siempre pasa. — Pensé.

—... lo siento majestad. — Agachó su cabeza quedándose dos escalones más atrás que yo.

Suspiré algo apenada por mi comportamiento tan agresivo, a pesar de estar hablando de una manera serena y cariñosa.

"El fin no justifica el medio"

Me di la vuelta para mirarlo y éste tenía su mano derecha tomando con fuerza la correa de su bolso que cruzaba su pecho y la otra convertida en puño, apretada con tanta fuerza que ya los nudillos se le estaban colocando blancos

Sonreí de lado.

— No importa querido. ¿Sabes? Me gustaría saber algo. — Éste levantó su mirada y me miró directo a los ojos.

— ¿Por qué un niño de 14 años pasó por tantas pruebas para servir a su reina? — Pregunté dando media vuelta para continuar mi camino por las escaleras.

Luego de un par de minutos de silencio, Joseph reaccionó corriendo los escalones que tenía de distancia de mí y a su medida respondió.

— Porque quería ver con mis propios ojos a tan valiente persona. — Espetó lleno de orgullo.

Me petrifiqué en el lugar donde estaba, con un pie en el escalón de arriba y el otro en el de abajo.

¿Valiente? — Dije dentro de mí para luego continuar subiendo los últimos escalones.

— ¿A qué te refieres con eso Joseph? — Pregunté al final de las escaleras.

Habíamos llegado al mirador del castillo, más aún así no me moví del sitio de dónde me encontraba y dando la vuelta lo encaré deteniéndolo en los escalones tras de mí.

— Mi reina, todos conocemos su historia, todo por lo que tuvo que pasar para recuperar el trono, de las muertes, los peligros y los sacrificios que hizo para llegar a ello. — Comenzó a hablar al mismo que caminaba hacia el mirador provocando que le siguiera.

No... Se necesita algo más, algo pequeño, casi imperceptible pero de mucha importancia para después convertirse en alguien perseverante para no rendirse.

... Del cómo peleó y cambió, lo peligrosas que fueron esas hazañas. ¡El tener que recurrir a los pecados capitales! E inclusive... — Se acercó a mí llevando una de sus rodillas al suelo, tomó una de mis manos y la envolvió con las de él.

—... Del cómo casi murió por su hilo dorado. No todos hacen eso mi reina, usted es mi heroína. — Sonrió con los ojos cristalizados.

Me admiraba... — Me respondí.

Sonreí de vuelta y me agache a su altura, y con mi mano libre acaricié su mejilla.

— Todo lo que hice, lo hice por el amor a mi pueblo, el pueblo de mi padre. Nuestro hogar. — Lo observé detalladamente.

Nos levantamos de dónde estábamos y nos acercamos a la terraza. Él mantuvo cierta distancia tras de mi persona y dijo.

— Siempre cuando se escabulle de la mira de todos, viene para acá ¿Por qué? — Reí un poco para mis adentros sintiendo una punzada en mi pecho. Llevé mi mano a este y respire profundo cerrando mis ojos.

— Me recuerda a mi padre. —

"El Rey Sebastian" — Sonreí amargamente.

—...Su tío, es decir, el hermano de su padre. Lo asesinó ¿Verdad? — Preguntó con cautela. Asentí.

— A ambos. Madre y Padre. —

Pasaron un par de minutos de silencio absoluto, y como un pequeño susurro dijo.

— Perdón. —

Abrí los ojos y admiré el horizonte, agaché mi mirada al pueblo y vi a algunas personas. Unas riendo, otras compartiendo una que otra comida, algunas simplemente caminando, justo como una pequeña familia que se encontraba cerca de los jardines del castillo. La niña que iba con ellos me miró y apuntó a mi lugar, llamando desesperadamente a su madre para que se diera cuenta de mi presencia. Al hacerlo, tanto ella como su hija me saludaron. Les devolví el gesto con una sonrisa.

— No te preocupes. ¿Qué necesitabas? — Me di la vuelta observando a Joseph que al preguntarle sacó algunas hojas de su pequeño bolso y las estiró a mi presencia.

— Necesito que firme estos documentos como ofrenda de paz para el distrito 9 —

Son los tratados de paz. — Sonreí y en un rápido movimiento de mi dedo una firma iba apareciendo al compás de éste en el pergamino.

— ¿Lo enviarán ahora? — Pregunté y Joseph asintió.

— Permíteme. — Tomé el preciado documento y lo deposité en las palmas de mis manos. Cerré mis ojos y un ave se iba creando con el dicho papel conforme susurraba un pequeño hechizo, al estar completamente creada salió volando hacia su destino "El despacho del general del distrito 9"

Al abrir mis ojos esta ave de papel ya tenía cierta distancia.

— ¿Cree usted que eso será suficiente para convencer al general? — Preguntó.

— Para llevar una nación a la cúspide lo primero y quizás principal que se necesita es tener "Fe" —

Joseph sonrió y dándose media vuelta se retiró dejándome sola, gesto que agradecía.

Respiré profundo y me recosté sobre el barandal de cemento del mirador, colocando mi cabeza sobre mis brazos en forma de una pequeña almohada. Cerré mis ojos recordando hace unos cuantos años atrás, antes de haber recibido esta amenaza de rebelión, antes de haberme convertido reina, en esa época donde ni me imaginaba... Que perdería a mis padres.

— Aquella fatídica noche... — Susurré dolida.

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