Oscuridad en luz. Tal vez, un ying de un yang. II

Y con una mirada de inocencia pura Isabel asintió. No podía Mentirle a Titania, o al menos, no sabía cómo.

— ¿A dónde vamos? — Preguntó Isabel.

— No lo sé, dime tú ¿A dónde vamos? —Preguntó de vuelta Titania.

La pregunta descolocó a Isabel haciendo que se preguntara ligeramente

¿Acaso estoy siguiendo a alguien que no sabe a dónde va?— Se dijo.

— O mejor dicho querida Isabel. ¿A dónde piensas ir?— Concluyó Titania.

Isabel palideció un poco y casi en un susurro respondió.

— Quería ir al lugar en dónde conocí a su hijo. —

Titania la observó por un par de minutos y riendo suspiró.

— Isabel, no creo que hayas respondido mi pregunta. — Titania se detuvo un momento y se colocó frente a Isabel.

La mencionada quedó confundida.

— ¿No respondí su pregunta? —

— No, claro que no. —

Ambas parecían estar en un juego, e Isabel digamos que no estaba de ánimos para jugarlo y terminar de perturbar su cerebro.

— Disculpe, pero en realidad no entiendo. — Se rindió.

— A lo que me quiero referir mi niña, es
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