Me giré y me encontré con la mirada inquisitiva de Troy. Reprimí el pánico y alcé la cabeza, sonriendo.
—Ah, es que me acordé de lo que me contó una amiga sobre un Alfa que traicionó a su Luna. Le estaba advirtiendo al ruiseñor plateado que no me hiciera lo mismo.
Me estudió la cara con detenimiento, como si intentara desentrañar mi expresión para descubrir alguna mentira oculta. Solo cuando comprobó que no había nada inusual, se relajó. Me atrajo hacia sus brazos, enredando sus dedos en mi cabello.
—Nunca voy a entender a esos tipos —dijo con desprecio—. Traicionar a tu Luna es lo mismo que traicionar al destino; la Diosa de la Luna los va a destruir por eso. Tranquila, mi Luna. Siempre te seré fiel.
Su juramento resonó en mis oídos, pero la imagen de aquella fotografía emergió en mi mente. El recuerdo me destrozó por dentro y sentí una punzada tan aguda en el corazón que apenas podía respirar.
Alcé el mentón y susurré:
—Y si… digo, hablando hipotéticamente… ¿Y si me traicionaras?
Negó, con una posesividad ardiendo en los ojos.
—Ni de chiste. Eres el único regalo que me ha dado la Diosa de la Luna. Nadie puede apartarte de mí.
—¿Y si lo hicieras? —insistí.
Me sostuvo la mirada, con seriedad.
—Entonces, que la Diosa de la Luna me castigue; que pase la eternidad buscándote sin encontrarte jamás. Eres la otra mitad de mi alma. Sin ti, mi vida no tiene sentido.
Sonreí y no le respondí. En ese momento, la piedra de comunicación de Troy se iluminó. Del otro lado surgieron las voces de varios Alfas, borrachos, riendo a carcajadas.
—¡Ven para acá, Troy! ¡Ya estamos en la taberna, nada más te estamos esperando a ti!
Sin dudarlo, Troy los rechazó.
—Voy a pasar mi aniversario con Estelle, así que no, no voy a ir.
—¡No seas así! ¡Tienes meses sin salir! ¡Si no te conociéramos, pensaríamos que tu Luna te tiene encerrado!
—¡Sí es cierto! ¡Tráete a Estelle y celebren en la taberna! ¡Va a estar divertido!
Troy arrugó la frente y bajó la voz.
—No le gusta el ruido. No voy a ir. Nada es más importante que estar con ella.
Sonaba decidido, pero los Alfas del otro lado se negaban a rendirse. Se turnaban para insistir y burlarse, y sus voces se volvían cada vez más fuertes y animadas. El estira y afloja se prolongó hasta que cedí.
—Deberías ir. No dejes que yo sea un obstáculo para tus amistades.
Parecía renuente; hundió la cara en el hueco de mi cuello y me acarició con la nariz.
—Entonces vienes conmigo. Si no, no voy.
Sus amigos estallaron en carcajadas al otro lado de la piedra de comunicación.
—¡Ándale, Estelle! ¡No seas tan dura con tu Alfa! ¡Si sigue quedándose en casa, vamos a pensar que se está volviendo un lobo domesticado!
Al final, asentí. Solo entonces Troy aceptó salir de la casa.
***
En cuanto se abrió la puerta del privado, me llegó el aire cargado de humo, alcohol y feromonas puras. Unos cuantos Alfas estaban rodeados de lobas, cuyos cuellos lucían marcas de mordidas apenas disimuladas.
Di un paso atrás y el semblante de Troy se volvió serio. La mera presencia de un Alfa de alto rango presionó la habitación, helando el ambiente. Los Alfas reaccionaron, apartando a sus acompañantes e intentando disimular con sonrisas nerviosas.
—¡Wow, Estelle está aquí! ¡A ver, todos, compórtense!
—¡Todas ustedes, lárguense! ¡Fuera!
Una vez que las lobas se fueron, uno de los Alfas le dio una palmada de admiración a Troy en el hombro.
—Hay que reconocerlo, eres un Alfa que pone a su pareja ante todo. Ni siquiera volteas a ver a otra loba. Mis respetos.
Troy se quitó la mano de encima con un gesto brusco; el desprecio era obvio en él.
—Mi Luna merece sentirse segura. ¿Tú qué vas a saber, lobo sin pareja?
La multitud estalló en risas y gritos, y algunos aplaudieron en señal de aprobación. Los ignoró, me tomó de la mano y me llevó hacia la ventana antes de cubrirme los ojos. Un toque de frustración se coló en su tono.
—Quería enseñarte esta sorpresa en casa, pero… no pude evitar que me arrastraran hasta acá. Igual no importa. Ahora funciona igual de bien.
Ante el aullido de su lobo, incontables luciérnagas plateadas surgieron del bosque, reuniéndose en un río de luz que se arremolinó sobre nosotros. Danzaron por el cielo nocturno antes de formar una sola línea de palabras resplandecientes.
“Para mi única y verdadera, Estelle”.
La multitud dejó escapar un grito de asombro.
—¡Solo tú podrías armar algo tan épico! ¡Con razón conquistaste a tu Luna!
Me rodeó la cintura con el brazo desde atrás y sus palabras sentimentales flotaron.
—Han sido seis años, Estelle.
Me quedé mirando las palabras brillantes, mareada. En efecto, habían pasado seis años. Hace seis años, pasé de ser una mujer lobo opuesta a los vínculos a convertirme en una Luna que todos envidiaban.
Al mismo tiempo, esos mismos años transformaron al Alfa que alguna vez me salvó la vida en un mentiroso que ni siquiera parpadeó al engañarme.
Ya no podía seguir fingiendo.
—Es tarde. Debería irme a casa.
Troy quiso venir conmigo, pero unos cuantos Alfas lo sujetaron.
—La Luna Estelle es demasiado guapa para desvelarse, ¡pero hace siglos que no convivimos, Troy! ¡Ándale, no te puedes ir todavía!
Solté mi mano de su agarre y dije despacio:
—Los guardias me escoltarán a casa. Tú quédate.
Antes de que pudiera discutir, me di la vuelta y salí. Poco después de salir, sentí algo en el bolsillo de mi abrigo: la cartera de Troy. Me detuve, dudando, y me giré. Al doblar la esquina, vi a su hermana adoptiva, Rue Youngblood, entrando en la taberna.