Capítulo 85
Cuando llegamos al hospital, Luna estaba de pie en la azotea del hospital.

Era pleno invierno, con temperaturas bajo cero y hasta caía nieve del cielo.

Ella solo llevaba un vestido blanco sin mangas, de pie allí, expuesta al viento helado. Su presencia, en esta fría noche, la hacía parecer aún más frágil. Hasta los perros que pasaban por allí no podían evitar sentir lástima por ella. Mucho menos mi esposo. Él estaba completamente destrozado. Agarró a mi hermano que estaba a su lado.

—¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué Luna subió a la azotea?

Antes de que mi hermano pudiera responder, mi madre vio que yo estaba allí y corrió hacia mí para intentar golpearme.

David, sin saber qué sucedía, pero preocupado por su amada, notó a mi madre y la detuvo antes de que me diera el golpe.

—Mamá, no golpees a Esmeralda, ella…

No dio tiempo a que terminara su frase, porque mi madre, con un grito desgarrador, exclamó:

—¡¿Sabes lo que ha hecho?! ¡¿Lo sabes?!

David la miró, intrigado.

—¿Qué fue lo que hice?
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