Luna ya sentía que pedirle ayuda para mi divorcio era una humillación, y ahora pensaba que yo la estaba insultando aún más. Me odiaba, tanto que casi no podía mantener su imagen de jovencita pura y casta.
—David... —Le costó mucho contener el odio en su corazón antes de mirar a David, tratando de quejarse con él.
Pero David ni siquiera la miró. Simplemente me alzó en sus brazos y se fue.
Esto la enfureció hasta el punto de casi volverse loca.
Y yo no estaba mucho mejor.
Ahora mismo, con solo sentir que David me tocaba, quería rociarme con desinfectante, y que él me cargara así era incluso peor.
Intenté desesperadamente que me soltara, pero él no me dejaba ir.
Tampoco tuve las agallas para resistirme demasiado, y justo cuando mi rabia estaba a punto de estallar, Armando apareció y se paró frente a David.
Con su alta estatura, Armando logró igualar la imponente presencia de David por un momento.
—Señor Vaillant, aunque la señorita Esmeralda sea su esposa, debería respetar su voluntad y l