Pero aunque yo tuviera algunos recursos, no podía compararme para nada con la familia Costa.
Si ellos no querían que yo lo viera, no había forma de obligarlos.
Solo podía mandar a alguien a investigar primero.
Después de terminar los asuntos pendientes, tomé mi abrigo y me dirigí a una cita con un profesor.
Esto de contar con expertos de renombre en el ámbito científico para limpiar mi nombre, se lo debía completamente al profesor de física.
Justo cuando iba a entrar al salón reservado, vi una cara familiar caminando hacia otra sala, guiado con respeto por el gerente.
Luigi.
Pensé en acercarme a saludar, pero recordé que nuestra última conversación no terminó muy bien.
Además, temía que me volviera a proponer eso de “jugar al amor” con Gabriel, así que decidí no decir nada.
Lo que no vi, fue que a la que esperaba a Luigi en aquella sala, era la esposa embarazada de Vincenzo.
Mientras yo me sentaba en mi mesa reservada, Luigi también iba a la suya.
Al ver a la mujer frente a él, que pre