Cuando David no quiso ceder, aunque le rogué, y decidió usarme para intercambiar a Luna, le pedí algo. Me pidió que me diera la misma medicina que había usado en mí. Era escopolamina, no tenía color ni sabor y actuaba rápido. No sentí nada, solo mi cuerpo se paralizó, dejándome sin poder hablar.
La sustancia perfecta para cualquier situación, ideal para matar, perfecta para usar en cualquier situación.
Al principio, David no quiso dármela. Quería que confiara en él, que creyera que no me pasaría nada. Que no necesitaba usar esa medicina para defenderme. Pero yo no confiaba en él. Ni un poco. No importaba lo que dijera, no confiaba en él.
Al final, no sé si fue para calmarme o por otra razón, pero me dio la medicina. Lo que resultó ser un error. Él realmente no merecía ni un poco de mi confianza. Solo podía confiar en mí misma para salvarme.
Cuando sentí que el cuchillo en mi cuello estaba a punto de caerse, supe que el momento había llegado. En ese instante, tomé el cuchillo, me incl