Residencia Foster — Días después
La atmósfera en el gran comedor era pesada, cargada de tensión. Todos los miembros principales de la familia Foster estaban reunidos alrededor de la inmensa mesa de caoba, donde la luz de las lámparas doradas brillaba sobre el cristal de las copas aún vacías.
A la cabeza de la mesa, sentado con el ceño fruncido y la mirada de acero, estaba Aladar Foster. Su sola presencia imponía silencio. Su semblante era el de un hombre que no toleraba la desobediencia, y mucho menos la tardanza.
—¿Dónde diablos está Credence? —tronó su voz, firme como una sentencia de muerte—. Bien sabe que detesto esperar.
Un silencio incómodo recorrió la mesa. Evander, con las manos cruzadas detrás de la nuca, desvió la mirada hacia el ventanal. Serenithy, visiblemente incómoda, jugueteaba con su copa vacía mientras ponía los ojos en blanco.
Fue entonces cuando las grandes puertas del comedor se abrieron de golpe.
Credence hizo su entrada. Elegante, impecable, con la expresión fr