—¡Corta el vínculo familiar de una vez! Lucía ya está acá, ¡hagan familia con ella! ¡Podemos seguir siendo felices!
Mamá jaló a Javier.
—¡Las cosas de adultos de la manada no son para cachorros! ¡A tu cuarto!
—Espera, Javier. Como no entiendes, déjame explicarte por qué tus padres no quieren firmar la ruptura.
Javier cruzó los brazos.
—Bueno.
—¿Cuánto ganan tus padres al mes?
—Están jubilados. No tienen ingresos.
—¿Y tu colegio privado?
—Cincuenta mil por semestre, más cinco mil mensuales de más.
—Entonces, no pueden pagar ni un mes de tus gastos. Esta casa tiene una hipoteca mensual de doce mil. Los ocho mil que les llegan, vienen de mí. Los cuatro quedarán en la calle.
La expresión de Javier cambió.
—¿Y qué? ¡Tenemos a Lucía! ¡Ella nos mantendrá!
—Lucía fue despedida de su tercer trabajo en el Norte. No ha pasado ni una certificación de combate. Los negocios de sus padres adoptivos están en quiebra. No pueden ayudarte.
Javier se puso más preocupado.
—¡La casa es parte del contrato fa