Capítulo 14

Yo siempre dejo el coche en la calle. El cacharro era más bien un recuerdo sentimental. Había sido de mis padres y, la mayor parte de los veranos de mi infancia, había servido como medio de transporte para llegar hasta la playa. Además, me gustaba ver la cara de envidia de los vecinos cuando salía del edificio y me montaba en aquel Corvette C3.

No obstante, sí tenía plaza de garaje en la cochera subterránea de mi piso. Abrí la portejuela para que Mateo pudiera guardar ahí su preciado van familiar. Le indiqué cuál era mi plaza y aparcó con facilidad.

Cuando apagó el motor nos quedamos a oscuras. Mateo alargó su mano hasta mi rodillas, pero a mí ya me quedaban pocos deseos de tontear. Estiré mi mano hasta su rostro y lo acaricié lentamente. Le tomé de las mejillas y acerqué su boca a la mía. Ya él me esperaba. Su lengua

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