Ariadne

Al principio cuando abro mis ojos me asusto, porque no reconozco mi entorno, cierro los ojos un momento y recuerdo el día de ayer y eso hace que me levante de golpe, no hay nadie en la habitación, así que puedo salir de este lugar silenciosamente, no quiero causar más problemas, si el señor Vittielo se llega a enterar, me va a matar, se supone que no debo de salir de mi escondite, nadie tiene que verme y mucho menos saber que estoy ligada a él, nadie quiere ver a una persona como yo...

Tomo mis zapatillas y con mucho cuidado me las coloco, bajando de la cama y con pasos pequeños me acerco a la puerta, al abrirla verifico que no haya nadie, así que sigo mi camino, el mismo que recorrí el día de ayer, al llegar a la puerta principal, me topo de frente con Don Ambrosetti, mi cuerpo se pone rígido, al verlo observándome de pies a cabeza.

-Buenos días Ariadne, veo que has amanecido mejor – me regala una pequeña sonrisa y eso me pone nerviosa, como puedo le devuelvo una.

- Buenos