Mundo ficciónIniciar sesiónAriadne 20 años
-No llevas mucho tiempo – observo la herida de su pierna, se que es una herida de bala, lo se porque lo he aprendió de los cursos que tomo a escondidas de los Vittielo – está bien déjame revisarte y darte primeros auxilios y después... bueno, no lo sé – mi cabeza está hecha un asco, no sé qué puedo hacer, nunca me imaginé que me chocaría con semejante hombre, esta vestido con pantalones cargo y camiseta negra, es todo músculos tonificados, el hombre irradia fuerza y poder, pero sus ojos... dio, no había visto unos ojos tan azules como los de él, sus ojos me recuerdan al cielo.
- ¿Sabes algo de primeros auxilios? - pregunta, asiento en confirmación y bajo la mirada al recordar las crueles palabras que me han dicho, un hombre como él debe de pensar lo mismo que los demás que soy fea y horrible.
- Puedo algo - susurro y levanto mi mirada nuevamente - si te parece bien, me gustaría ayudarte – le digo, busco en mi cartera la bufanda que llevaba puesta – te pondré esta bufanda alrededor de la pierna como un torniquete – levanto mis ojos a los suyos, pensé que tendría una mira de fastidio y me mandaría al carajo, pero... no, todo lo contrario me observa con gran interés y con mucha hambre, me quedo hipnotizada ante esa mirada, veo como su mira se torna suave y eso me saca de mi mundo, sacudo mi cabeza debo de estar viendo mal, nadie quiere ver mis ojos – voy a acercarme, no te muevas por favor.
Se ríe y pasa un mechón de cabello detrás de mi oreja - ¿Por qué me tratas como si te temiera? – bajo mi mirada avergonzada, no es que él me temiera, pero yo a él si – no pasa nada piccola haz lo tuyo.
Me muevo para levantar su pierna y poder hacer un torniquete, mientras aprieto el nudo, lo veo de reojo, tiene la mandíbula tensa y sus ojos no se mueven de mis manos, al terminar bajo su pierna con cuidado – listo, ahora – dudo por un momento - ¿adónde te llevo?
- ¿Tienes vehículo o algo? – niego, ese tipo de lujos yo no los poseo – entonces hazme un favor – dice – ayúdame a ponerme de pie y acercarnos a esa camioneta que está allí - me señala una de las dos camionetas que están al final del callejón. Le doy una mirada de desconfianza, que solo hace que él se ría – no te preocupes piccola, no te hare nada.
Me pongo de pie y ayudo al hombre, pero al dar el primer paso me detengo - ¡ay! – al bajar mis ojos observo mi tobillo, no me había dado cuenta que mi tobillo este inflamado ¿Qué rayos? ¿Cuándo paso?
-Probablemente, te lo lastimaste cuando caímos – lo veo sorprendida ¿acaso lee metes? – No, no lo hago – me dice y se ríe – simplemente haces las preguntas en voz alta - mi sonrojo debe de ser tan intenso, que el hombre se termina de carcajear de mí.
- Anda, vamos apóyate en mí y yo me apoyare en ti – paso un brazo por su cintura y él uno en mis hombros, como puedo le ayudo a subir al lado del piloto – sube – me ordena.
- No, no puedo – le digo, pero solo me gano una mirada descontenta de su parte.
- Súbete al coche piccola, no me gusta repetir las cosas – trago fuerte, porque este enorme hombre es capaz de dominarme.
- Esta bien – digo, camino despacio al otro lado, cuando me subo y me acomodo, él se acerca y yo retrocedo asustada - ¿Qué... - toma el cinturón de seguridad y lo coloca en su lugar.
- Solo iba a ponerte el cinturón – dice y toma de nuevo mi rostro – no te lastimaría, confía en mí.
- Gra... gracias – tartamudeo, el hombre pone en marcha el carro, no creo que a mi familia le importé mucho a donde fui, cuando salí corriendo del restaurante antes de encontrarme con ese hombre, Carmela, Paolo y Ludovica me dijeron que teníamos que ir a una cena, al principio me extraño; porque a mí nunca me llevan a esos lugares, como no tenía que ponerme para la ocasión, tome un overol negro, lo acompañe con una camiseta blanca manga larga y las únicas zapatillas que poseía.
Debo de parecer patética ante este dios que tengo a la par, soy una mujer delgada, mi piel pálida no ayuda mucho que digamos, como no he tenido una buena dieta mi cuerpo parece esquelético.
- ¿Adónde vamos? – pregunto después de un rato.
- Te voy a llevar con mi doctor para que pueda revisar tu pie – me quedo sorprendida, ni siquiera ha pensado en él.
- No - niego - como se le ocurre – ¿qué cosas dice? – tiene que ir a que lo revisen, no puede dejar que la herida se contamine además tienen que sacarle la bala que aun lleva adentro – el auto se detiene de golpe y si no fuera por el cinturón de seguridad, estoy segura de que me hubiera llevado un buen golpe - ¿Qué...
Enfrente de nosotros hay 3 camionetas que nos prohíbe el paso, el hombre sujeta con fuerza el volante - ¿Quiénes son? – pregunto con miedo.
-Los que me dispararon – sin apartar su mirada de los hombres, pone el carro en reversa y saca el arma que tiene en la guantera – quiero que bajes la cabeza y no la subas por nada del mundo ¿entiendes?
- Si – el hombre aprieta el acelerador y sale disparado, bajo mi cabeza a tiempo de que el vidrio de mi puerta se haga añicos, cubro mi cabeza y mis oídos, no quiero escuchar nada, el hombre intercambia disparos y escucho como los otros maldicen, el hombre me entrega su celular.
- Llama al número donde dice papá – con manos temblorosas, cojo el móvil y hago lo que me ordena, pongo la llamada en alta voz.
- Hijo... dio pensé que algo te había pasado – siento que he escuchado esa voz en algún lado, pero ¿dónde?
- Estoy bien, me han disparado en la pierna – escucho al hombre maldecir – no te preocupes alguien me ayudo, es más la llevo al doctor se ha lastimado también.
- ¿Alguien?
- Si llevo cola 3 camionetas y 10 hombres – se escucha el disparo – estoy cerca – la llamada se corta, pero logramos escuchar al hombre gritar una orden.
Poco después el hombre detiene la camioneta en una enorme casa, las puertas se abren y veo a un montón de hombres armados hasta la medula esperando por nosotros.
¿Quién es este hombre? porque siento que estoy metida en algo peligroso... Jesús ¿Dónde me metí?
Ariadne
-¿Dónde estamos? – pregunto, puedo escuchar el miedo en mi voz.
- No te preocupes, solo son hombres no te harán daño –dice cuando un hombre de unos 50 años se acerca a la camioneta y abre la puerta del piloto.
- ¡Dio! Matteo – dice el hombre, lo sujeta del cuello y le da un abrazo – estaba preocupado, no respondías a las llamadas y no sabíamos que había pasado, tu madre ha estado llamando como loca, si no le dices que estas bien vendrá ella misma.
- Estoy bien papá – dice – además no actúes como si no te agradara esa idea – padre e hijo se ríen, siento algo en el pecho al ver esa escena, así que aparto mi mirada de ellos, bajo mis ojos no quiero que nadie me vea – piccola – me llama Matteo supongo que ese es su nombre.
- Dime – no levanto mi rostro.
- Piccola, levanta la mirada – mi cuerpo esta tan acostumbrado al maltrato que al escuchar que me levantan la voz, se vuelve sumiso y obedece todo, me topo con 2 pares de ojos azules, pero mis ojos no van al hijo, si no al padre, por que yo lo conozco es Dom Ambrosetti... m****a.
- Don... Don Ambrosetti – susurro.
- Buenas noches, Ariadne – me da una pequeña sonrisa, pero ese mero gesto me tiene temblando del miedo, espera un momento si don Ambrosetti le dijo a Matteo "hijo" eso quiere decir que yo....
- No lo sabía – le digo y no separo mis ojos del Don – le juro que no sabia que era su hijo Don Ambrosetti...
- Tranquilízate, sé que no tienes malas intenciones – dice y se hace a un lado para que otro hombre ayude a Matteo, que no ha apartado su mirada de mi - ¿estas lastimada?
- No.
- Si – decimos Matteo y yo al mismo tiempo, mis ojos salen disparados a los suyos.
- Dime ¿dónde estas lastimada? – vuelve a preguntar, abre la puerta de mi lado y dejo escapar un pequeño grito, el hombre me observa de pies a cabeza y frunce el ceño – ya veo... - se aclara la garganta – veo que es el tobillo.
- No se preocupe, de verdad que estoy bien – intento salir del coche lo más rápido posible – no tiene que preocuparse por mí, Matte... digo el señor Ambrosetti tiene una herida en la pierna derecha, hay que sacar la bala, solo puede hacerle un torniquete – le susurro - lamento no ser de mucha ayuda.
- No desprecies tu talento y amabilidad – me extiende la mano y yo la observo – si mi hijo te trajo es porque desea asegurarse que estas bien, déjame llamar a Geo...
- ¡No! – grito y al instante me cubro la boca... maldita bocaza la mia, mira que venir a gritarle al capo – por favor no le llame, ni siquiera sabe que estoy aqui – junto mis manos – per favore ti prego – estoy a punto de arrodillarme si es necesario, pero siento que unos brazos rodean mi cintura y se que es Matteo.
- No lo hará, piccola no tienes por que rogar y arrodillarte – no aparto mis ojos del Don, me observa detenidamente, así que veo el momento en que se da cuenta de mi situación, su rostro no expresa nada, pero sus ojos... sus ojos si.
- Matteo tiene razón, si no lo deseas no se hará y nadie mencionará nada – vuelve a extender su mano y se acerca, por instintito yo retrocedo un paso y choco directamente con el pecho de Matteo.
- Yo la llevare papá, no te preocupes – Matteo pasa una mano por mis hombros y yo me doy la vuelta para pasar un brazo por su cintura.
- Esta bien – dice – el doctor esta esperando, vamos a que los atiendan – Don Ambrosetti ayuda a su hijo, no levanto mi mirada del suelo, voy cojeando todo el camino, al llegar el doctor nos indica que nos atenderá en habitaciones separadas, pero Matteo se reúsa.
- ¡¡No quiero, joder!! - le grita - la vas atender enfrente de mi, donde yo pueda verla – esta sentado en la camilla, tiene su mano firmemente en mi cintura.
- Esta bien – le digo y le doy una pequeña sonrisa – deje que el doctor lo revise, lo suyo es más complicado que un posible caso de esguince en mi tobillo.
Me observa por un rato y asiente con resignación, Don Ambrosetti me acompaña a la otra habitación, me ayuda a sentarme en la camilla y con cuidado levanta mi tobillo izquierdo – no lo veo tan mal – dice – pero esperemos al doctor.
Al cabo de 30 minutos la puerta se abre de golpe, veo a entrar al doctor y detrás de el a Matteo en una silla de ruedas – revísala – le ordena al doctor, que se acerca con una sonrisa agradable, bajo mi mirada observando mis manos.
-Hola ¿Cómo te llamas?
- Ariadne – le susurro – Ariadne Fontana.
- Muy bien señorita Fontana, voy a revisarle el tobillo – se acerca a mi pierna, con mucho cuidado levanta mi pierna y la examina – si, es posible que sea un esguince en tu tobillo – dice, mueve mi pie de un lado a otro y me muerdo el interior de la mejilla para no gritar de dolor – yo... - carraspea, levanto mi mirada y veo que esta observando, siempre he dicho que soy una idiota y esto lo confirma, la falda del overol se ha subido a medio muslo, dejando a la vista los moretones que siempre están en mi cuerpo – eso no es reciente – me dice.
- Yo... - susurro, busco en mi mente una excusa – soy torpe doctor, no se preocupe.
- ¿Torpe? – escucho la fría voz de Matteo y lo observo – torpe mi culo – se levanta de la silla de ruedas y camina hasta que esta enfrente de mí, m****a ¿Qué le pasa? Por instinto, me safo del agarre del doctor y me arrinconó al final de la cama - ¿Quién fue? – pregunta, lo veo asustada – dime Ariadne ¿Quién fue el maldito que te ha hecho eso? - susurra despacio, pero con enojo.
Lo observo con miedo, ¿Por qué quiere saber? – na... nadie – digo entrecortadamente, un grito de horror se me escapa, cuando le pega al marco de la cama y se me acerca un poco más, hasta el punto de estar nariz con nariz.
- No te lo voy a volver a preguntar – sus ojos viajan por mi rostro y cuello en el cual se detiene, llevo mis manos al cuello para tapar la muy obvia evidencia, pero ya es demasiado tarde – quitas tus manos de allí y contesta mi pregunta.
-No... fue... nadie... soy torpe – le vuelvo a decir, pero no está conforme con eso, una mano sale disparada hasta tomar mi nuca, su mano se enreda en mi cabello y levanta mi rostro.
- ¡Matteo! Suéltala – su padre esta a su lado.
- No, hasta que ella responda – me dice sin apartar sus ojos de los míos - ¿Quién. fue? No colmes mi paciencia Ariadne, por que no te va a gustar lo que va a pasar.
Mis ojos se mueven hasta llegar a los del don pidiendo ayuda – por favor – le susurro – solo por favor – Matteo suelta mi cabello y sale de la habitación aventando la puerta a su paso. Dejo escapar un susurro de alivio.
-Termine de revisarla doctor, por favor – el doctor termina de revisar mi tobillo en silencio, cuando termina me da algunas indicaciones y sale dejándome con Don Ambrosetti – ¿Tienes algo que decirme? – pregunta y niego con la cabeza, escucho su suspiro – está bien, quédate y descansa, buenas noches piccola – sale y cierra la puerta, me quedo un momento en silencio observando por la ventana la fría noche, se que si decido volver a casa esta noche un frio insoportable estará esperando por mí.
Solo por esta noche, solo esta noche me quedare en esta agradable habitación de hospital, que ha sido la mejor que he tenido en toda mi vida, tomo una de las frazadas que el don dejo y me acomodo para poder descansar un poco ¿Quién sabe cuándo poder disfrutar de estos lujos?







