Había pasado una semana desde mi regreso a la oficina, las cosas iban viento en popa, pues tras una preselección de candidatos, habíamos elegido a un chico joven, para hacer el trabajo de Manu, sólo durante el tiempo que estuviese fuera, aunque, sospechaba, por la complicidad y el buen humor que había entre él y mi jefe, que encontrarían la forma de que se quedase, después.
Justo después de preparar sus citas de la semana siguiente, entré en su oficina, aquel sábado por la mañana, después de escuchar su leve “pase”. Estaba reunido con Alberto, el nuevo.