Abrazaba a mi mejor amigo, por detrás, tumbados en la cama, ambos mucho más calmados, acariciándole el brazo, dejando que una pregunta fluyese por mis labios.
Él asintió, se puso en pie y caminó tras ella, dejándome sola en aquella habitación. Mi corazón dolía y me sentía cada vez más lejos de todas las personas que me importaba. Pues Marta, a pesar de nuestra amistad,