Narrado por Mariano Hans:
Me siento mal por no sentirme culpable. No sé que están haciendo ahora mismo con Kiara, y en mi cuerpo no hay ni un solo ápice de culpa o preocupación. Al contrario, haber decidido posponer los paseos por Turquía y traerla directamente a Siria como punto de encuentro con sus raíces, se siente como haberse quitado un peso de encima. Ni más, ni menos. No tener los hombros pesados por estar al corriente de la vida de una mujer a la que no amas. Por la que no puedes experimentar ni siquiera un cariño de amistad, porque es mentirosa, mala, y vacía.
Estoy sentado en el restaurante del hotel, frente a una taza de café que se ha enfriado hace rato. No la he tocado. No puedo. El sabor metálico de la ansiedad me llena la boca. El murmullo de los comensales me resulta insoportable. Cada carcajada, cada cuchicheo, cada sonido de cubiertos me perfora el cráneo. Porque me encuentro asustado.
Kiara no está. Esto no me inquieta, lo agradezco. Pero saber que estoy tan cerc