𝓔𝓵 𝓪𝓻𝓶𝓪

Nuestra casa estaba cambiada completamente. No tenía la más mínima idea de cómo lo habían hecho. Nuestro jacuzzi tenía un cartel de reservado y habían puesto varios más por los jardines de la casa. Los muebles los sacaron y dejaron sofás rojos, camas y columpios.

Quería probar los columpios, se veían realmente entretenidos, pero no podía dejar que mi déficit atencional me desviara del plan.

Las luces estaban tenues, solo había velas y antorchas. Estaba completamente ambientada en la época de los romanos. Me acerqué al bar, el cual estaba ya montado y me serví una copa de bourbon. Me la tomé al seco y estaba por servirme la segunda cuando Nicholas me tomó por la cintura.

—Em, no es el momento de relajarte bebiendo, tus sentidos tienen que estar en un cien por ciento —susurró en mi oído.

Tenía razón y menos mal que me sacó de ahí, porque con lo nerviosa que estaba me habría tomado, por lo menos, la mitad de esa botella.

Los invitados ya estaban haciendo de las suyas y nosotros teníamos
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