𝓔𝓵 á𝓷𝓯𝓸𝓻𝓪

—Em, no veo a nadie más que esos dos en la barra. ¿A quién te refieres? —Apuntó a la barra con la mirada.

Miré para todos lados y efectivamente la imagen que yo había visto ya no estaba.

—¿Me estaré volviendo loca? —Miré a Nicholas a los ojos.

—No sé a quién viste, Em.

—A Andrés.

—No creo que te estés volviendo loca, pero sí sé que necesitas descansar. Estás estresada.

—Tienes razón. Tengo que olvidarme de todo. Es imposible que esté acá.

—Vamos a la cama, mañana es un nuevo día. —Me tomó de la mano.

Ya tumbados, abrazados y listos para dormir, le conté de mi nueva contratación.

—No quiero involucrar más a Renato en mi vida. Lo necesito lejos, por lo mismo me llevo a Amanda.

—Em, vienes recién conociendo a esa mujer. Está bien regalarle cosas y ayudarla, pero de ahí a llevarla a trabajar con nosotros, creo que es mucho.

—Nicholas, por favor, confía en mi instinto, es una buena persona.

—Está bien, pero tienes que dejarle claro que no puede consumir drogas mientras esté trabajando y me
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