Me encontraba mirando por la ventana el amanecer, sentada y abrazada a una manta.
Nicholas, tenía que cumplir con contratos, así que luego de contarle todo lo que me había ocurrido y cómo había logrado llegar al hotel, se fue a la ducha para partir su día.
—¿Estarás bien? ¿Quieres venir conmigo? —susurró en mi oído, mientras yo miraba a través de la ventana.
—No, cariño, necesito estar a solas —respondí, llorando.
—Renato me llamó, en un rato vendrán a dejarte ropa nuevamente.
—Gracias.
—Me tienes preocupado.
—No me dejes caer, Nicholas, te lo ruego —contesté, sollozando y muy angustiada.
—No lo haré. No quiero dejarte sola. Puedo decir que estoy enfermo y quedarme contigo. —Me abrazó.
—Necesito pasar por esto. La soledad me ayudará a pensar.
Me dio un tierno beso y se alejó, pero antes de que llegara a la puerta para irse le dije:
—Saldré de compras cuando me sienta mejor, siento que tengo que devolverle la mano a Amanda.
—Puedes usar mi tarjeta.
—Nicholas, anoche vi a Andrés.