CAPÍTULO 47.- segundo fragmento

—Humanos estúpidos.

La turba con antorchas se detuvo cuando él desplegó las alas para que vieran que sus conjeturas eran ciertas. Tenían un demonio en el pueblo.

—No quiero hacerles daño —hablo con delicadeza—, pero si siguen queriéndome molestar, no me quedará otra alternativa.

—Abandona este pueblo demonio —el sacerdote del pueblo habló siendo resguardado por algunos campesinos—, abandona esta tierra de dios.

—¿Tierra de dios? —él soltó un resoplido burlón—, esta es tierra del estiércol y la mala atención. Yo solo estoy de pasada humanos. Déjenme en paz o haré que un terremoto destruya a todo el pueblo entero.

El sacerdote empezó a gritarle cosas, intentó acercarse a Belial enseñándole la cruz para desterrarlo. Él se burló, era un ángel caído y la cruz tan mal empleada no podía hacerle daño. Tal vez el agua bendita lo haría, pero el sacerdote que está frente suyo no podría bendecir ni una gota de agua de manera decente.

Así que alzó su mano y con un simple movimiento hizo que el sac
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