BRAD ULIBARRI
No he vuelto a saber de Juliette, al menos no hasta que mí familia me comentó de su visita. He intentado verla, pero no lo he conseguido por más que he ido a los lugares que ella frecuentaba, incluido el club en el que la vi bailar por primera vez despojándose de su estilo de bibliotecaria aburrida e insípida.
Las secretarias que ocuparon su puesto jamás estuvieron a su nivel, por lo que no permanecieron ni una semana trabajando para mi. Una de ellas se fue llorando el primer día en cuanto le grité por primera vez.
Comprendí muy bien que como Montgomery no habría otra. Para trabajar para mí no necesito una mujer sumisa, sino una competente y responsable dispuesta a soportar la presión que un lugar tan importante requiere.
Tuve a mí cargo mujeres hermosas que venían vestidas tal como yo esperaba ver en Juliette el primer tiempo, pero jamás sirvieron. Ellas creyeron que yo aceptaría reducir su carga laboral si enseñaban la mitad de sus senos o sus piernas.
M