Ast bufó con furia en lo profundo de la mente de Isis, su energía vibrante llenando cada rincón del alma compartida. Era como si la loba intentara morder algo que no podía alcanzar, un instinto irreprimible que latía con fuerza.  

—Si no vas a darme el control, al menos deja que vaya contigo —insistió Ast, desafiando a Isis.  

Isis ignoró el alboroto de su loba. Se enfocó en vestirse con calma, escogiendo un atuendo sencillo pero perfecto para una caminata por las cuevas y bosques. No iba a ceder a las demandas de Ast, pero eso no significaba que su corazón estuviera tranquilo. En el fondo, sus dudas crecían como un río desbordado.  

—No sé por qué no confías en mí, Ast. Esto es ridículo —dijo, cerrando el último botón de su chaqueta, tratando de convencerse a sí misma más que a su loba. &nbs