El Alfa Supremo colocó sus dedos en su frente y me hizo recordar cuando era una niña y tomaba el control del cuerpo de Isis.
—Ahora, párate, Ast. Y camina, como en aquel entonces —me pidió, y lo hice. Salí a caminar sin problemas. —¡Ya me acuerdo! ¡Es gracioso! —se detuvo y miró a Jacking—. Ahora vamos a comer, muero de hambre. Estos cachorros me están comiendo viva. Al principio, caminaba con pasos un poco tambaleantes, acostumbrándome nuevamente a las sensaciones del cuerpo humano. Aunque ya lo había hecho en el pasado, los recuerdos parecían haber sido enterrados bajo capas de vivencias lupinas. Pero con cada paso, la confianza en mis movimientos comenzaba a solidificarse, mientras el hambre rugía en mi interior como un grito de batalla. —Mat, vamos convertidos en lobos —sugirió Jacking haci&eacut