Horacio, quien había sido el encargado de realizar y dirigir todo, al fin estaba libre. No había dejado de seguir con la mirada a su linda mitad durante toda la noche. Observó cómo el chico que la acompañaba la dejaba para abrazar y besar a otro chico, y suspiró aliviado; no era su novio.
Caminó sigilosamente entre las parejas que bailaban y se acercó despacio a Julieta, que se había quedado sola por un momento. Se pegó a ella, la abrazó por la cintura, acercándola con fuerza a su cuerpo. ¡Mía! ¡Solo mía! le susurró al oído mientras enterraba su cabeza en su hombro, pasando la lengua por donde iría su marca. Julieta sintió un fuerte corrientazo que recorrió todo su cuerpo e hizo que su centro se contrajera. Se giró despacio para mirarlo. ¡No podía creer que fuera su mitad! ¡Hace muchos a&ntild