Jacking no contestó enseguida. Cada palabra debía ser sincera, brutalmente honesta. No podía evitar preguntarse cuándo llegaría el día en que su Luna finalmente aceptara que era un ser sobrenatural, como él.
—Mi Luna, me gustas de ambas formas, porque ambas eres tú —respondió él, con una claridad tan certera que no dejaba lugar a dudas. Isis guardó silencio un momento, solo un instante en el que parecía sentirse arropada por las palabras de su Alfa. Pero poco después, su voz volvió, cargada de un anhelo casi infantil. —Amor, ¿qué hay que hacer para que mi loba y yo volvamos a ser una? —preguntó, llena de expectación. —¿Es muy complicado? —Pues, mi Luna, ahora tengo que enseñarte cómo controlar el cuerpo de tu loba —afirmó, con determinación