Por eso, sin decir palabra, acarició con cuidado el cuerpo de la loba que yacía a su lado, un gesto cargado de esperanza, suspirando por el día en que ambos pudieran resolver ese enigma y ella pudiera regresar completamente a la vida.
—Pues serías solo humana —respondió él con una pausa medida, aunque el pesar asomaba en su tono. No deseaba alarmarla innecesariamente, pero era imposible evitarlo. Su Luna debía saber cuán seria y vital era la situación en que se encontraba—. Tu loba Ast morirá. —¡No, yo no quiero que mi loba muera! —exclamó Isis, con miedo. Apenas procesaba la gravedad de esas palabras, pero el entendimiento le llegó como un golpe frío y certero. Por primera vez percibía el peligro real al que se enfrentaban. —Por eso, mi Luna —intervino Jacking con firmeza, aprovechando el momento para r