El Alfa Supremo vaciló por un momento, sus sentidos sintonizados con la energía debilitada de Salet. Frunció el ceño, preocupado por las consecuencias de semejante acción.
—¿Crees que lo aguante, Teka? —preguntó, sin ocultar el peso de su preocupación en cada palabra—. Puedo sentir a la loba muy débil. Teka lo miró con firmeza, dando un leve paso hacia Salet como si quisiera proteger su fragilidad con su propia fuerza. —Horacio, transmítele energía a tu pareja. Toda la que puedas —le indicó, encendiendo en su voz la urgencia de alguien que conoce la delgada línea entre la vida y la muerte. Horacio se preparó para obedecer, inclinándose hacia Salet. Pero antes de que pudiera comenzar, el Alfa Supremo levantó una mano, deteniéndolo. —Un momento, Horacio. Lo haremos e