19. LA ALEGRÍA DE SER PADRES
Un silencio breve se establece en mi cabeza. Anker evade mi pregunta por momentos, manteniendo su tono despreocupado. Pero lo conozco demasiado bien; hay algo que no está diciendo.
—No lo supe con certeza. Solo lo intuía. Su aroma era diferente… más dulce, más cálido —confesó, sintiéndose culpable—. Pero tú estabas demasiado distraído como para notarlo. Por eso no quise decírtelo.
Gruño internamente, pero no hay espacio para el enfado. La culpa y el agobio tratan de instalarse en mi pecho.
—¡Debiste decirme! —le digo molesto—. ¡Sabes que yo no sé nada de eso!
—¿Y crees que yo sí sé? ¡Los dos somos nuevos en esto! —protesta, molesto, y tengo que darle la razón—. ¿Piensas que iba a poner en peligro a nuestros cachorros por cogernos a nuestra mitad salvajemente? No tiene sentido pensar en lo que podrías haber hecho diferente, Héctor. Lo importante es lo que estás haciendo aquí y ahora por ellos.
—Es verdad, Anker, disculpa. ¡Los dos no sabemos nada! —acepto, porque mi lobo es m