Desde el día anterior, aún estábamos a tiempo. No teníamos idea de quién lo tenía ni qué estaban planeando hacerle. Pero lo intentaría; no podía permitir perder a un hechicero blanco no nacido.
—Ven conmigo, lo encontraré e iremos por él —le ordené de inmediato. Era una suerte que no se tratara de uno de los vampiros de Utukku, sino de una de sus víctimas, lo que nos aseguraba que nuestra mayor enemiga no se enteraría de que estábamos en Egipto. Esto me hizo respirar aliviado—. Mejor que las chicas no se enteren por ahora de que su amigo desapareció. Ellas quieren mucho a Alexis. Se pondrían muy mal y, en su condición, me temo que se adelantarían los partos. Mientras observaba a Paul, me di cuenta de que su desesperación se había transformado en esperanza. Su determinación, que no hab&iacut