Poco a poco, Amonet entendía que ellos se habían percatado de que ella estaba traumatizada con lo que le habían hecho y, de cierta manera, al convencerse de que era inocente, habían comenzado a cuidarla.
—¿Qué pasó después? —inquirió con curiosidad.
—Pues nada, regresamos a la casa. Yo llamé a papá para que me mandara a buscar, pero dijo que tenía que esperar a que mejorara el tiempo —dijo Isis decepcionada—. Después fue cuando nos encontramos en el hotel. Yo cogí el avión, y ya sabes lo demás; me imagino que papá te lo contó.
—Sí, hija —se apresuró a decir Amonet—. Perdona otra vez porque las cosas resultaron así, y tuviste que pasar por todo esto. Hace años que tu padre quería sacar a tu loba Ast. ¡Pero tú eras tan feliz siendo humana, que lo convencí para que esperáramos a que cumplieras veinticinco años! ¿Recuerdas el viaje que teníamos programado para el Amazonas? ¡Era para decirte todo y entrenarte!
—¡No importa, mamá! ¡Ahora todos estamos juntos! —Y la volvió a abrazar feliz d