Corrió a abrazar a su padre y llenarlo de besos como si ya no fuera una joven de veintitrés años. No quería al menos todavía contarle a su madre lo que había hecho con el humano Jacking, pero ella tenía una manera de sacarle siempre todo. Y por eso la llegada de su papá le dio una tregua.
— Hola, papá, ¿dónde estabas? —preguntó prendida de su brazo.— Pues en la biblioteca. Hay tal cantidad de libros antiguos que no voy a salir nunca de allí —contestó su padre mirando a su esposa queriendo saber que sucedía. A él tampoco se le escapaba que su hija tenía un problema. Para ambos Isis era como un libro abierto.— ¡No seas exagerado! —exclamó Isis sonriente, miró a su madre y de pronto se dirigió a la salida. — Ahora voy a ver si como un poco, tengo mucha hambre. I