60. LA SEDUCCIÓN DE DANTE
BLAIR
Sus caderas rodaron hacia delante, empujándome su masculinidad, obligándome a abrir las piernas, mientras gruñía.
Se escuchó el crujir de algo fragmentándose, los botones rompiéndose y, acto seguido, la brisa acarició mis senos que quedaron liberados.
Alzó el morro para relamerse mientras miraba directo a mis pechos expuestos.
—Espera, Dante… aahh… — grité cuando abrió las fauces y sacó la lengua directo a darme deliciosos lametones en los pezones.
Me aferré a sus orejas y solo pude arquear la espalda para meter casi por completo mis pechos dentro de esos dientes afilados y mortales.
Su cabeza enorme se movía bajo mi barbilla.
Nunca me hizo daño, solo sentía su saliva mojarme y esa lengua larga enroscarme las tetas como caramelos.
Como un lobo salvaje gruñía sobre mí y el falo húmedo colgó sobre mi muslo cuando alzó las patas traseras para acecharme.
Sentía la punta mojada y viscosa moviéndose igual que un péndulo y dejando rastros de deseo por mi piel expuesta.
La braga que lle