32. UNA DEPREDADORA ENTRE HIENAS
BLAIR
Los gritos siguieron, pero Amy se levantó con calma de la tina.
Su lentitud contrastaba con la locura en la habitación.
Miró al hombre que se estaba cayendo al suelo mientras se sujetaba la garganta que parecía una fuente de sangre.
Todo se manchaba a su alrededor.
El otro había corrido a buscar respaldo en la sala.
—Veo que te gusta jugar mucho al ahogado… no es divertido jugar sola —sonrió de medio lado, pero su risa no llegó a las pupilas enrojecidas.
Tomó su cabello y lo jaló con tanta fuerza que sentí el tirón de todos los tendones, huesos, nervios y músculos.
Maldita sea, le había arrancado la cabeza sin pestañear.
Mientras las piernas salían por el borde de la tina y chorreaban los azulejos, arrojó la cabeza al interior del agua.
Burbujeó un poco antes de hundirse.
Los pasos rojos de Amy se acercaron hacia la oscuridad del cuarto, lentamente, escurriéndose el cabello.
Sentía como las ampollas en mi piel y las heridas se me iban sanando.
Toda la debilidad había