108. LOS POCOS ESCOGIDOS
RHETT
—Aahsshh, joder, al fin… mmm… Blair, no sabes cuánto te deseo, mi hembra…
Confesé empujando con lujuria y controlando mi bestialidad.
Su espalda hizo un hermoso arco mientras me acostaba sobre ella y la empalaba hasta el fondo.
Apoyé los codos a los lados de su cabeza a la vez que mis caderas comenzaban a martillear.
Al principio suave, sensual, disfrutando de deslizarme adentro y afuera por el estrecho agujerito.
Pero, maldita sea, cada vez que me tragaba y masajeaba toda la verga, creía ver las estrellas.
Pronto estuve montándola como mi lobo moría por hacer.
Controlándola contra la manta, lamiendo las gotas de sudor de su cuello y espalda.
Diciéndole al oído que era mi amada mujer, que nada ni nadie nos separaría, que la deseaba para siempre en mi vida…
Mis caninos comenzaron a picar de manera insoportable a medida que me acercaba al éxtasis.
Los jadeos apresurados de Blair, acompañados con los sonidos rítmicos y enloquecidos del apareamiento, me decían que estaba a punto de