CAPÍTULO 3. ABORTO ESPONTÁNEO

—Tampoco, yo puedo creerlo —la chica limpió un par de lágrimas, su cuerpo se tensó al escuchar su último comentario, retrocedió un par de pasos y su rostro cambió en el acto. — ¿Acaso no te llamaron de la clínica? —indagó.

William frunció el ceño y ladeó su rostro con extrañeza.

—No, no he recibido ninguna llamada —respondió. — ¿Ocurrió algo? —cuestionó al ver su reacción y la tomó entre sus brazos, sentándola sobre su regazo.

Kate inhaló profundo y mordió su labio inferior.

—La chica sufrió…, un aborto espontáneo —explicó con nerviosismo—, recuerdas que el médico dijo que eso era una posibilidad…, me sentí tan mal al saberlo. —Su voz decreció—, lo lamento tanto. —Inclinó su rostro.

— ¡Oh Dios! —exclamó él con pesar. — ¿Sabes si ella está bien? —cuestionó con tristeza.

—Ya la dieron de alta —contestó.

—Creo que tenemos que ir a visitarla y darle las gracias por haber intentado ayudarnos.

—Hablé con ella esta mañana, me dijo que iban a trasladar a su mamá a Texas, que se iría con ella —Kate intervino con rapidez y encontró la excusa perfecta para evitar esa visita.

— ¿Se le dio lo acordado? —indagó William?

—Sí, hizo mucho por nosotros, es momento de hacerlo por ella. —Recargó su rostro sobre su pecho y ancló uno de sus brazos en su cuello. 

—Dime una cosa, ¿qué te hizo cambiar de opinión para embarazarte?, siempre te escuché con mucha firmeza ante la idea de no querer tener hijos. —William indagó con curiosidad.

«Por supuesto que no quiero hijos», gritó en su mente. «¿Acaso no piensas en que me pondré como ballena, insensible», prosiguió con sus pensamientos.

—Kate, ¿me estás escuchando? —indagó Will al verla tan pensativa, colocó una de sus manos sobre su mejilla.

La chica sacudió su rostro.

—Cosas del destino —contestó—, como dicen ningún método anticonceptivo es 100% efectivo. —Se encogió de hombros.

Sus grandes manos, la tomaron por las mejillas y besó su frente.

—Yo cuidaré de ambos. —Colocó sus cálidos dedos sobre su vientre—, me alegra que voy a poder estar cerca y tocarte, para sentir a nuestro hijo. —

—También a mí —Kate mintió. — ¿Me invitas a cenar para celebrar nuestro embarazo? —acercó sus labios a los de él y lo besó con gran pasión.

—Está bien, cancelaré mi última reunión —mencionó.

—Me arreglaré especialmente para ti —mencionó y tomó asiento a su lado para que le sirvieran el desayuno—, gracias, se ve delicioso mi omelette —dijo con demasiada amabilidad a la chica del servicio.

—Por nada, señorita. —Fingió sonreirle aquella muchacha, y se llevó el plato del señor William.

—Te veo a las 6:00 en punto —mencionó él—, espero que no me haga esperar como acostumbra, señora, usted no tiene que hacer mucho para lucir radiante. —Tomó su mano y besó su dorso.

—Contaré las horas. —Agitó su mano y se despidió, para enseguida empujar el plato con desagrado y retirarse a su habitación. — ¿Cuándo será posible que esa mujer cocine algo en verdad rico? —gruñó—. De no ser porque mi marido las aprecia mucho, ya las habría echado a patadas.

***

Al llegar a la salida de la clínica, Camila se puso de pie de la silla de ruedas, dirigió su cristalina mirada hacia la doctora que, iba empujando y tocó su mano.

—Gracias por todo —expresó.

—Cuidate mucho. —Le entregó su bolso, al cual le dio una pequeña palmadita.

Descendió muy despacio cada grada de las escaleras, miró el gorro que llevaba en las manos y su pecho dolió al recordar que se lo había tejido su mamá, lo colocó cubriendo su lacia cabellera castaña y abrazó su bolso.

De pronto el sonido de un claxon la sacó de sus pensamientos, al darse cuenta que aquel hombre no se había ido, nuevamente el nerviosismo la abrumó.

— ¿Qué desea? —preguntó con la respiración entrecortada.

—Decidí esperarte —Jonh dijo, solo para corroborar que el trabajo esté hecho.

La chica le entregó un papel, donde decían las indicaciones posteriores para el cuidado que debía tener, además de la receta médica.

—Perfecto, entonces ya no tenemos nada que tratar, nunca nos hemos visto, ni conoces a la familia Elliot. — ¿Te quedó claro?

Camilla movió la cabeza afirmando.

—Me quedó todo claro —contestó—, no volverán a saber de mí.

—Perfecto —el hombre dijo, encendió el motor de la camioneta que conducía y se alejó con rapidez.

La chica separó los labios en una O, al sentir la forma en que la salpicaron las ruedas del vehículo, al salir con esa velocidad, al estar estacionado sobre un gran charco.

— ¡Desgraciado! —exclamó ella con frustración, sacó un pañuelo desechable para limpiar su rostro. Al exhalar, observó una capa de vaho que salía por sus labios, ante el frío que estaba haciendo, supo que debía darse prisa, ya que la temperatura estaba por descender.

Luego de cuarenta minutos, en los que sus piernas dolieron por el cansancio de haber caminado tanto, llegó a la humilde casa en la que habitaba con su mamá, su pecho se agitó al observar una nota de aviso de desalojo, en el instante su mirada se cristalizó.

Sin mucho ánimo arrancó la hoja de la puerta e ingresó a la soledad de aquella casa, tomó asiento y leyó el papel, sabía que no podía hacer nada, debido a que era verdad lo que decía, no la habían pagado en los últimos meses, ya que todo lo que ella ganaba en el negocio que trabajaba, lo utilizaban para comida y comprar medicamentos para su mamá.

Estaba segura que en donde trabajaba, no le darían ningún aumento, ya que apenas les alcanzaba para sostener el pequeño negocio de pan que tenían, por lo que de inmediato descartó la idea.

— ¿Qué voy a hacer? —se cuestionó con preocupación.

Entonces el fuerte gruñido de su estómago, le hizo recordar lo famélica que se encontraba, se dirigió a la nevera y se llevó las manos con frustración a la cabeza, al verlo vacío, se dirigió a la alacena y resopló con alivio, al encontrar una lata de atún y dos rebanadas de pan de caja, estaba tan agotada por todo lo que había vivido ese día, que lo único que deseaba era dormir.

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