Sé bueno conmigo
Sé bueno conmigo
Por: Rumi
(1) Viernes a media noche

Milán. Italia.

Habían pasado varias horas desde que había salido de clases y el frío había entumecido mis piernas, entonces me maldije internamente por haber olvidado esa mañana que tenía deporte, la falda gris que me cubría ahora sólo parecía un trapo de seda que ondeaba descontrolado por las ráfagas de viento de la ciudad.

Ya debería haber vuelto a casa pero Alonzo no volvería hasta las 2 de la mañana así que no tenía caso, prefería pasar el tiempo en algún otro lugar, aunque deambular por la calle a media noche no fuera lo más inteligente. Llené de aire mis pulmones y la rabia que había olvidado hace un momento, volvió.

Mi madre había muerto hace un año, lo que me había dejado a la protección de mi primo Alonzo, 10 años mayor que yo. Aún así, él sólo contaba con trabajos de medio tiempo, logrando apenas sobrevivir con lo que quedaba de su sueldo luego de pagar el departamento, mi colegiatura y las necesidades básicas.

Con frecuencia mis recuerdos me llevaban a mi antigua casa, con grandes ventanas que dejaban entrar a la luz del sol, encontrándose así con el lugar impregnado con el olor del café.

Mamá amaba el café y las galletas, así que esa linda casa de paredes amarillas y delicadas cortinas blancas, siempre tenía un aroma cálido y dulce. Eramos ella y yo contra el mundo.

Ahora ese hogar, esas mañanas de café y esas tardes de películas en el sofá, se habían ido y solo quedaba el pequeño y viejo departamento de Alonzo, con sus paredes grises y deprimentes.

Los momentos felices ya no volverían.

No me dí cuenta de mis lágrimas hasta que dejé de ver con claridad. Las aparté de golpe con mi antebrazo y encendí la pantalla de mi celular.

Ahí estaba ella, abrazándome con fuerza mientras sonreía.

Mi madre.

Alcé la mirada, pestañeando rápidamente para dejar de llorar al tiempo que resoplaba con fuerza. La tiendas de conveniencia  y restaurantes iluminaban a lo largo de la calle, el tráfico era fluido y las luces brillantes.

El viento helado me despeinó el cabello.

Le he dicho a Alonzo que quiero trabajar a medio tiempo con él ya que pronto cumpliré la mayoría de edad, pero siempre se niega rotundamente, como si fuera un tema prohibido.

Pateé con tanta fuerza una piedrecita, que saltó por los aires y se perdió entre las plantas que bordeaban la acera. Era exasperante el sólo pensar que mi vida sería siempre monótona y gris. Yo, una chica de 17 años aspirando a grandes experiencias y que probablemente termine viviendo la vida de su primo, viviendo en un espacio reducido a duras penas, rompiéndose el lomo para mantenerse a flote aún cuando hubiera perdido años estudiando una carrera, para sólo terminar como una persona mediocre e incompleta. Era lamentable.

-¡Oye! -levanté la mirada de mis zapatos hasta una chica temblorosa y con los ojos sobre abiertos a más no poder, como si estuviera en shock. Estaba pálida a pesar de que iba muy maquillada, una sombra negra entornaba su mirada nerviosa y sus labios temblorosos estaban bañados de un color carmesí. Curiosamente vestía un uniforme similar al mío aunque usaba tacones en lugar de zapatos y  claramente tendría más de 20 años.

-¿Podrías tenerme esto? -su voz entrecortada lo hizo sonar como una súplica.

Era un brazalete naranja fluorescente, cómo los de las discotecas.

Antes de poder decir algo, ya lo había depositado mi muñeca.

- No lo pierdas, ¿bien? vuelvo enseguida- advirtió y sin mas atravesó la calle como un fantasma. Di un saltito y mi corazón golpeó en mi pecho al ver que casi era arrollada por un auto plateado pero eso no la detuvo, terminó de cruzar la calle y se perdió entre una de las avenidas. Solté el aire lentamente tratando de disipar el susto que me había dado esa chica.

Dispuesta a esperarla, me planté en aquel lugar aferrándome a las tiras de mi bolso, pero todo fue muy rápido, en un segundo.

De repente una mano cubrió mi boca y otra más abajo rodeó mi cintura jalándome a la oscuridad. Dos edificios altos se alzaron a mis costados y me dí cuenta de que estaba siendo arrastrada por un callejón, los carros se veían cada vez más lejos. Mi respiración se descontroló y me sacudí con todas mis fuerzas pero era inútil, una puerta se cerró en mi cara. Me sacudí muerta de miedo en medio de la oscuridad cuando de a poco, una luz brillante que atravesaba unas cortinas espesas me permitió adaptar la vista encontrándome con un hombre alto y de traje gris, con unos ojos aterradores, casi grises,bajo unos lentes.

-Ella no es Angélica -soltó con voz ronca y un marcado acento extranjero, mirándome con el ceño fruncido. Su mirada me recorrió mientras la mano de quien quiera que fuera que me retenía tapaba con más fuerza mi boca, la mirada de aquel hombre que no pasaría de los 30 se detuvo en mi pecho hasta que luego de un momento volvió a hablar.

-Es una estudiante- señaló, pensativo- creo que nos pagarán muy bien esta noche. Llévatela y no la drogues, será la siguiente- abrí los ojos como platos al oír aquello.

¿Siguiente?

¿Drogarme?

Me sacudí nuevamente entre los brazos de aquel hombre, más aterrada que nunca, pero era inútil. El corazón me latía desbocado, como si estuviera a punto de detenerse en cualquier momento y las lágrimas llenas de miedo corrían por mis mejillas mientras era conducida hasta una puerta al final de un pasillo, finalmente pude ver el rostro de mi raptor cuando me tiró de mala gana en el suelo de aquel cuarto tan reducido. Era mucho más alto y corpulento que yo, completamente calvo. Una sonrisa cínica se dibujó en sus labios antes de cerrar la puerta de un portazo. Mi respiración se había acelerado, como si no fuera capaz de respirar como se debía, miré a todos lados pero no había nada, sólo cuatro paredes, olor a humedad y una ventana minúscula en lo más alto de la pared del fondo, ni dando saltos era capaz de ver a través de ella.

Corrí a la puerta y como imaginé estaba cerrada, mis ojos recorrieron el lugar muertos de miedo hasta que me di cuenta de que no me habían quitado el bolso. Lo tiré al suelo y rebusqué hasta encontrar mi teléfono, mi corazón latía como loco esperanzado,  marqué a emergencias sin apartar la mirada de la puerta, los pitidos  eran desesperantes.

-  Hola, ¿cuál es su emergencia?

-¡Hola!  ¡Me han secuestrado!

- ¿Se encuentra bien? ¿Podría darme su ubicación?

- ¡Sí! no sé qué lugar es exactamente pero está muy cerca de Corso Garibaldi , me metieron por un callejón y...!!- El sonido de una llave dentro de la cerradura me alertó, oculté el celular en el bolsillo de mi falda al tiempo que la puerta se abría con fuerza, el hombre corpulento volvía con aquella sonrisa siniestra.

Sin decir nada me tomó del antebrazo llevándome a quién sabe dónde. Íbamos por el mismo pasillo tétrico parecido al de un hospital tenebroso, hasta que divisé aquellas cortinas oscuras por la que se filtraba algo de luz, sin pensarlo dos veces me zafé de su agarre y corrí hasta la puerta por la que me habían arrastrado a aquel lugar, mis dedos apenas llegaron a rozar la fría manilla de mi salida a la libertad.

-¡Perra loca! - vociferó detrás de mí, las grandes manos de aquel hombre se clavaron en mis caderas y mi elevaron en el aire volviendo a taparme la boca con brusquedad mientras me empujaba hacia la cortinas, éstas se deslizaron por mi rostro hasta que una inmensa luz blanca de reflector me cegó por completo, desorientadome, lo cual debió haber notado aquel gorila porque no se preocupó en soltarme con brusquedad. Caí al suelo de madera. Parecía un escenario pero no podía ver nada más. Una voz comenzó a hablar a unos pasos de mí

- La siguiente tiene aproximadamente 17 años: Ojos grandes, cabello largo, contextura delgada, posiblemente virgen. Puede que incluso de la boca- un leve bullicio compuesto de risas masculinas provino del frente.

Me congelé ante aquello.

"Virgen"

Se me hizo un nudo terrible en la garganta.

-De acuerdo, Comencemos con 5 mil dólares- habló nuevamente aquella voz, de inmediato corrí sin saber a dónde pero el aire se fue cuando recibí un golpe en el estómago, caí al suelo desesperada por aire. ¿Qué estaba pasando justo ahora?- Creo que no se aburrirá pronto de ella si decide comprarla- hubo un tono de diversión en la voz esta vez.

- 6.000 dólares -habló una voz diferente, más ronca

- 6500 -intervino otro,sonaba

mayor

- 7000!- interrumpió otro

- 8500- este sonaba

más prepotente.

-un millón quinientos - las voces se escuchaban tan cerca, que daba escalofríos

- Dos millones trescientos- me estaban vendiendo...

- Dos millones novecientos - mi cuerpo estaba paralizado, no se atrevía a intentar escapar de nuevo. Mis manos se volvieron puños, en un intento inútil de calmar los latidos de mi corazón.

- Tres millones quinientos- mis ojos luchaban por adaptarse a la luz para ver lo que fuera,pero era muy potente.

-  Cuatro millones- todas eran voces viejas y decrépitas.

- Cinco millones- el bullicio paró ante aquella voz, era profunda aunque igual de autoritaria - En efectivo -añadió.

El aire salió de golpe de mis pulmones.

Era todo. En un segundo había pasado de quejarme de mi vida, a ser vendida como si fuera una cosa.

En el mejor de los casos, yo desaparecería de la vida de Alonzo y luego de un tiempo su vida mejoraría.

En el peor, terminaría siendo abusada y asesinada por al que ahora le "pertenecía"

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