Inicio / Misterio/Thriller / Susurros en la Niebla / Capítulo 1 Niebla en la madrugada
Susurros en la Niebla
Susurros en la Niebla
Por: Vermar
Capítulo 1 Niebla en la madrugada

El reloj del tablero marcaba las 3:17 a. m. cuando Allyson Drake apagó el motor. El sonido del vehículo se extinguió como si la noche se tragara todo lo que no pertenecía a ella. Del otro lado del parabrisas, la zona portuaria de Grayhaven, Maine parecía un decorado vacío: luces amarillentas parpadeando, el eco de una boya golpeada por el oleaje y el crujido de algún barco mecíendose en la oscuridad.

El aire estaba helado, seco, cortante. Al abrir la puerta sintió cómo se le colaba por el cuello de la chaqueta y le erizaba la piel. La niebla ascendía desde el mar, arrastrándose entre las grúas y almacenes, cubriendo todo con un velo espeso. No había estrellas ni luna, solo ese gris blanquecino que distorsionaba las formas y hacía que cualquier objeto pareciera más grande, más cercano… o más vivo.

No encendió la linterna. La oscuridad nunca le había gustado —y aunque nadie lo sabía, la incomodaba más de lo que estaba dispuesta a admitir—, pero en esta misión era mejor amiga que enemiga.

Tres desapariciones. Siempre en noches de niebla densa. Un contable del puerto, una periodista y un inspector de aduanas. Personas que, de un modo u otro, habían tocado información comprometedora sobre contratos y cargamentos sospechosos. La pista conducía, directa o indirectamente, al mismo nombre: Ethan Voss.

Su expediente estaba limpio, demasiado limpio. Fechas que no cuadraban, direcciones fantasma, un período entero de su vida borrado. Un testigo de un caso antiguo lo había descrito como “el hombre de los ojos grises… el que paga para que los problemas desaparezcan”.

La noche anterior, una llamada anónima había roto semanas de investigación estancada:

«Si quieres atrapar al Asesino de la Niebla, ven sola. Muelle 7. Medianoche.»

Era casi un cliché, y sin embargo, había ido. No porque confiara en la fuente, sino porque el trabajo no siempre permite elegir el terreno.

Se bajó del auto y empezó a avanzar. El sonido de la grava bajo sus botas era demasiado nítido. Pasó junto a una valla oxidada, con carteles ilegibles que parecían llevar décadas ahí. La niebla creaba figuras irreales: un contenedor parecía un muro, una farola se alargaba como un mástil roto, y cada sombra tenía algo humano. El olor metálico, mezcla de sal, óxido y algo más —quizás sangre seca—, flotaba en el aire.

De pronto, un golpe seco a su izquierda. Giró de inmediato, el arma en alto. Nada.

Se quedó escuchando. Nada más que su respiración y el latido en sus oídos. Dio un paso hacia atrás, tanteando el terreno, y entonces lo sintió: un roce helado en la nuca, suave pero inequívoco.

—Eres más valiente de lo que pensaba —susurró una voz masculina, grave, tan cerca que el aliento le rozó la piel.

Se dio la vuelta, apuntando en todas direcciones. Vacío. Ni pasos, ni sombras. El escalofrío le recorrió la espalda y se le instaló entre los omóplatos. ¿Lo habría imaginado? ¿La voz?

Inspiró hondo, tratando de controlar el pulso. El aire estaba tan cargado de humedad que cada bocanada era como tragar humo frío. Entonces, entre la bruma, creyó distinguir una silueta quieta, observándola. Parpadeó… y había desaparecido.

Apretó el gatillo lo justo para sentir la tensión del metal. Ese era su mundo ahora: un cazador invisible, una ciudad dormida y un mar de niebla que podía tragársela en cualquier momento.

Y, en lo más hondo de su instinto, supo que esa noche no saldría igual que había llegado.

Ni como agente… ni como mujer.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP