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—¿Qué haces con este hombre, Anahí? —La voz de Alfonso retumbó en el aire, cargada de ira contenida.Anahí lo miró con evidente antipatía, como si cada palabra que él pronunciaba fuera un agravio.—Él es Bruno Cazares, mi jefe y CEO de la empresa Hang —respondió con frialdad, apretando los labios.Sin darle oportunidad de replicar, Anahí se acercó al niño y, con una firmeza casi feroz, lo arrancó de los brazos de su padre.Freddy, sorprendido, se aferró a ella con fuerza.—Mi auto se dañó —continuó Anahí, su voz cortante como una navaja—, y Bruno tuvo la amabilidad de traerme a recoger a mi hijo. Ya puedes irte, Alfonso.Alfonso bajó la mirada, como si aquellas palabras hubieran sido un golpe en el pecho.La frialdad de Anahí, la distancia que marcaba entre ellos, lo desgarraba de adentro hacia afuera.—¿Por qué no me llamaste? —preguntó en voz baja, casi implorante—. Pude haber venido, pude haberte ayudado...Ella le sostuvo la mirada, sus ojos oscuros como un abismo en el que Alfonso
Anahí bebió de su copa, sin sospechar el más mínimo peligro. El vino resbaló dulce por su garganta, pero su mente estaba en otro sitio. Miró discretamente su reloj de pulsera, sintiendo una ansiedad creciente. Freddy debía estar durmiendo ya, y ella odiaba no estar junto a él.—Es tarde, debo irme —dijo, dejando la copa sobre la mesa con suavidad.Antes de que pudiera retirarse, Bruno tomó su mano entre las suyas. Sus dedos firmes y decididos envolvieron los suyos, impidiéndole moverse.—Anahí —susurró, con una sonrisa persuasiva—, no te vayas aún. Aprovechemos este momento... mereces un respiro, un poco de calma después de tanto estrés.Anahí forzó una sonrisa, esa que reservaba para situaciones incómodas. Sin embargo, su mente seguía atada a Freddy, latiendo con prisa. Quería volver a casa, abrazar a su hijo, sentir su tibieza cerca de su corazón. Además, aunque pudiera fingir indiferencia ante los demás, no podía engañarse a sí misma: el ambiente con Bruno era incómodo. Su mirada,
Bruno se alejó a regañadientes, lanzándole una última mirada de frustración a Alfonso.Anahí se puso de pie de inmediato, su corazón palpitando con fuerza mientras se enfrentaba a quien menos esperaba ver en ese lugar. Sus ojos se abrieron con sorpresa, como si hubiese visto un fantasma.—¡Tú! —exclamó, su voz temblando de rabia e incredulidad—. Alfonso Morgan, ¿qué demonios estás haciendo aquí?El hombre la miró fijamente, con una intensidad brutal que casi la hizo retroceder.Era una mirada de reproche, de celos, de algo mucho más profundo.—Estoy aquí, y punto —respondió él con voz ronca—. ¿Qué haces tú con este hombre? ¿Esta es tu famosa cena de negocios? ¿Besar a otro? ¿Desde cuándo te convertiste en esta clase de mujer?Las palabras de Alfonso fueron como látigos para Anahí, desgarrándole la piel del alma.Sintió cómo la rabia hervía dentro de ella, mezclada con una punzada de dolor antiguo.Odiaba que él la mirara como si tuviera derecho a juzgarla, como si, después de todo lo q
Alfonso llegó con prisa al pent-house, casi sin poder controlar la ansiedad que lo devoraba.Con cuidado, bajó a Anahí de los brazos, aún inconsciente, y la llevó en sus brazos hacia la habitación que alguna vez fue suya, donde habían compartido innumerables momentos, entre ellos, el último beso que selló el final de su historia.Esa misma cama en la que se amaron por última vez, antes de que todo se desmoronara.Al entrar a la habitación, Alfonso sintió una punzada en el pecho.No solo por el dolor de verla ahí, sino también por lo que significaba el regresar a este lugar tan cargado de recuerdos.Se sentó en el borde de la cama, con la mujer todavía en sus brazos, y la colocó cuidadosamente sobre las sábanas. Su mirada se detuvo en ella, estudiando su rostro pálido, y tocó suavemente su frente.La piel de Anahí estaba demasiado caliente, más de lo que debería. Una fiebre intensa estaba comenzando a consumirla, y eso lo alarmó.—Tengo que hacer algo —murmuró para sí mismo mientras se
Alfonso se obligó a respirar hondo. Tenía a Anahí entre sus brazos, vulnerable, temblando por el efecto de la droga que alguien más le había dado. Su corazón latía con fuerza, con desesperación, pero también con un peso insoportable de culpa y memoria.No podía volver a caer.No esta vez.Con manos cuidadosas y el corazón palpitándole con fuerza, tomó una manta gruesa y envolvió el cuerpo de la mujer que una vez fue su todo. La abrazó con ternura, como si su contacto pudiera ahuyentar los fantasmas de ambos. La recostó con delicadeza sobre su cama, alejando cualquier deseo, cualquier impulso.—Te amo, Anahí —susurró con una voz rota, casi inaudible—. Voy a demostrártelo. Voy a recuperar tu amor... aunque me tome toda la vida.***El sol del día siguiente entraba con timidez por las rendijas de la cortina. Anahí abrió los ojos, parpadeando varias veces, como si su mente estuviera luchando por alcanzar la realidad. Al principio no reconocía el lugar. Su cabeza latía con pesadez, el mundo
En la empresa HangEl reloj marcaba las once de la mañana cuando Hermes llegó a la empresa. Su rostro reflejaba el cansancio acumulado de los últimos días. El peso de la futura operación de Hernán seguía oprimiéndole el pecho, y aunque su hijo parecìa ser un niño tan fuerte, había un nudo constante en su estómago que no desaparecía.Aun así, tenía que cumplir con algunos asuntos urgentes. Sabía que debía ausentarse un tiempo, dedicarse a su familia, pero antes necesitaba dejar todo en orden.En la sala de juntas, Bruno Cazares conversaba con un par de socios.El ambiente era cordial, aunque había una tensión subyacente que Hermes notó de inmediato. Bruno hablaba con confianza, incluso con una sonrisa estudiada, esa que siempre parecía estar ensayada frente al espejo.De pronto, la puerta del salón se abrió de golpe.—¿Qué demonios…? —murmuró uno de los socios al ver la figura imponente de Alfonso Morgan irrumpir como una tormenta.El rostro de Alfonso estaba descompuesto, sus ojos chis
Hermes llevó consigo a Anahí al salir de la reunión, caminando junto a ella por el pasillo con un gesto firme y protector.—No creas en las palabras de Alfonso, Anahí —le dijo con voz baja pero segura—. Él nunca te va a alejar de tu hijo. Y si se atreve… tendrá que enfrentarse también a mí. No permitiré que lastime a Freddy.Anahí lo miró con un brillo de gratitud en los ojos. El corazón le latía más tranquilo, como si el simple hecho de tener aliados de verdad la sostuviera en medio de aquella tormenta.Sentir el respaldo de Hermes, y también de Darina, la fortalecía. Después de todo, Alfonso era un hombre muy poderoso, con influencias y una mente tan calculadora como cruel.—Gracias —susurró—. No sé qué haría sin ustedes.Hermes no respondió de inmediato. Solo la miró con un gesto serio, como si su mente estuviera ya lejos de ahí. Y lo estaba.En dos días operaban a Hernán, y todo en su corazón se inclinaba hacia su hijo. Solo quería volver a casa, abrazarlo, decirle que todo saldría
—¡Hijo, por favor! No me hables así… —suplicó Alfonso con la voz rota—. Me haces sentir triste, cariño… muy triste.Sus ojos buscaron los del pequeño con desesperación, pero Freddy negó con la cabeza, dando un paso atrás, con los ojos llenos de lágrimas.—¡Haces llorar a mami! Eres malo… —sollozó el niño.Su llanto fue como un cuchillo que se hundía en el pecho de Alfonso. Intentó abrazarlo, pero Freddy se encogió, tembloroso, alejándose de su padre como si su toque quemara.En ese instante, Anahí apareció y Freddy corrió hacia ella como si solo sus brazos pudieran salvarlo de un mundo que no comprendía.—¡Mami, mami! —gritó, entre sollozos.Anahí lo cargó de inmediato, sintiendo cómo el cuerpecito temblaba en sus brazos. El dolor de su hijo era su propio dolor, multiplicado por mil.—¿¡Qué le hiciste?! —le reclamó a Alfonso, furiosa.Freddy, con su voz entrecortada, dijo lo que más temía escuchar.—Papi te hizo llorar, mami… papi nos quiere separar.La acusación se clavó como una lan