Sienna no supo qué hacer.
Sus piernas temblaban como si ya no le pertenecieran y el aire se volvió pesado, imposible de respirar.
La puerta se abrió con un golpe seco, y Alexis entró, su presencia imponente llenando la habitación. Apenas la vio, la rodeó con sus brazos fuertes, atrayéndola contra su pecho.
Ella lo abrazó aún más fuerte, como si de esa manera pudiera fundirse en él y escapar de la pesadilla que los rodeaba.
—Alexis… —su voz se quebró, un lamento disfrazado de palabra.
Él bajó la mirada hacia ella, acariciándole la nuca con ternura.
—La vamos a encontrar, Sienna. Te lo prometo.
Los ojos de Sienna estaban anegados de lágrimas, borrosos, como si el mundo entero estuviera derrumbándose frente a ella.
Con manos temblorosas le mostró el teléfono, la pantalla brillando como una sentencia de muerte.
Alexis lo tomó. Sus ojos recorrieron cada palabra del mensaje, y su mandíbula se tensó tanto que los músculos parecían a punto de estallar.
Cerró los puños con rabia contenida, los