obsesión

CAPÍTULO 3

Los días transcurrían como sombras que se desvanecen, vacíos y fríos. El mundo seguía girando, pero para Aurelia, todo se había detenido en el instante en que el corazón de Iva se detuvo. Lloró a su hermana con cada aliento que le quedaba. Se encerró en casa durante días, aislándose del sol, del mundo y de la verdad que no podía aceptar.

El olor a comida intacta impregnaba la sala, pero se negaba a comer. ¿De qué servía llenarse el estómago si su corazón estaba vacío?

Lo había hecho todo por Iva.

Había sacrificado su dignidad, su inocencia... su paz.

Sin embargo, Iva se había ido.

Su alma se sentía agotada, no cansada por las noches sin dormir, sino cansada de luchar por una vida que aún la dejaba destrozada.

Durante cada segundo de su dolor, Clara permaneció a su lado, cocinando, limpiando, abrazándola cuando se derrumbaba y vigilándola durante la noche para asegurarse de que no se perdiera en el dolor. Intentó distraer a Aurelia de su desesperación, incluso cuando ella misma temía perder a su amiga en la tristeza.

Una noche, Clara encendió la televisión y cambió de canal al azar hasta que se decidió por un canal de entretenimiento. Aurelia yacía en el sofá como una muñeca sin vida, con la mirada perdida en la pantalla. No miraba, solo respiraba.

De repente, un anuncio animado rompió el silencio:

"Agencia de Modelos Cuba, ahora recluta nuevas modelos. ¡Postúlate en la página web!"

El cuerpo de Aurelia reaccionó antes que su mente. Se incorporó de golpe, cogió el bolígrafo y el papel más cercanos y garabateó la dirección de la página web con manos temblorosas.

La Agencia de Modelos Cuba no era una plataforma de modelaje cualquiera, era la más grande y prestigiosa del país. Quien fuera aceptada, su vida cambiaba para siempre: fama, patrocinios, lujo, reconocimiento mundial. Un sueño que una vez se atrevió a tener... un sueño que enterró bajo la pobreza y la responsabilidad.

 Había modelado una vez en la universidad, en un pequeño concurso de pasarela donde ganó el primer lugar. Debería haber sido una victoria digna de celebrar, pero solo le trajo odio y acoso. El acoso era tan fuerte que casi dejó la universidad. Tras la muerte de sus padres, dejó de perseguir sueños... hasta ahora.

"¿Qué haces?", preguntó Clara, con curiosidad en su voz mientras veía a Aurelia cobrar vida por primera vez en días.

"Quiero... quiero postularme para el reclutamiento", respondió Aurelia, agarrando su teléfono con temblorosa anticipación.

Clara parpadeó, procesando el cambio repentino. "¿Crees que te elegirían?"

"No lo sé", susurró Aurelia. "Pero ya no tengo nada más... Mejor lo intento".

Entró en la página web, subió las fotos requeridas, completó sus datos personales y envió la solicitud. Al terminar, miró la página de confirmación como si fuera su último salvavidas.

Cruzó los dedos, deseando desesperadamente un milagro. Por una vez… solo una vez… ¿podría la vida no castigarla?

El silencio se cernió entre ellas por un instante.

Entonces, Clara finalmente expresó la pregunta que había enterrado durante días.

"No me has contado qué pasó realmente esa noche", dijo en voz baja.

Aurelia se quedó sin aliento.

La pregunta le apuñaló el pecho.

Clara no había insistido antes, por respeto a su dolor. Pero las marcas en el cuello de Aurelia, ese profundo chupetón, aún visible, gritaban una historia que Clara no podía ignorar.

Los puños de Aurelia se apretaron con fuerza, las uñas clavándose en sus propias palmas. Ira. Miedo. Vergüenza. Asco. Cada emoción se encendió de nuevo en su interior, amenazando con ahogarla.

Los recuerdos la inundaron: su mano agarrándola del cuello, sus labios sacándola del aire, su voz llamándola "mía" como si fuera un objeto de posesión.

 Clara tocó suavemente el brazo de Aurelia, haciéndola retroceder bruscamente.

"Por favor", la instó suavemente. "Dime qué pasó".

Aurelia tragó saliva. Le temblaba la voz.

"Me... me asignaron a un anciano".

Los ojos de Clara se abrieron de par en par, conmocionada. "¿Un anciano?"

Aurelia asintió, apartando la mirada. "Justo cuando estábamos a punto de... llegó él, un hombre llamado Zayn. Irrumpió y me sacó desnuda". Sus dedos apretaron el dobladillo de su vestido con tanta fuerza que se arrugó. "Me obligó... una y otra vez".

Clara jadeó, llevándose una mano a la boca.

"¿Cómo pudo? ¡Eso es... es monstruoso!"

La voz de Aurelia se quebró. "Me usó hasta quedar satisfecho. No quería soltarme. Solo escapé porque lo golpeé y salí corriendo... después de que me diera un cheque".

Clara exhaló bruscamente. La ira ardía en sus ojos.

"Al menos pagó", murmuró en voz baja, y añadió rápidamente: "Pero eso no le da derecho a hacer lo que hizo. Está enfermo".

Aurelia se levantó de golpe. "Me siento asquerosa. Necesito una ducha".

Los recuerdos se le pegaban a la piel como una suciedad insoportable. Mientras se duchaba, se frotó con fuerza, esperando que el dolor borrara el contacto que aún sentía. Pero por muy caliente que estuviera el agua… seguía sintiendo sus manos. Seguía oyendo su voz en su cabeza, ese tono burlón, ese anhelo.

Sus lágrimas caían como el agua.

Pero a diferencia del agua, no se escurrían.

★★★

En la finca Sutherland…

—¡Debería castigarte por lo que hiciste! —bramó el Sr. Sutherland, golpeando la mesa con la palma de la mano tan fuerte que los platos tintinearon.

Zayn se recostó en su silla, bebiendo café con una sonrisa burlona—. Sube un poco más la voz… quizá así tu presión arterial me haga un favor.

El Sr. Sutherland lo fulminó con la mirada. Zayn no se inmutó. El odio entre ellos era antiguo. Su relación nunca se había parecido a la de un padre y un hijo. A Zayn le disgustaba el comportamiento de su padre, pero su madre también lo escandalizaba. El Sr. Sutherland engañó a la madre de Zayn, y ella le devolvió la mentira. Su divorcio no era sorprendente, solo que se había retrasado.

"Será mejor que me encuentres otra chica", gruñó el Sr. Sutherland, tranquilizándose lo suficiente para respirar. "Una que reemplace a la que robaste".

Pero Zayn no escuchaba órdenes, nunca las escuchaba.

Su mente ya no estaba allí. Estaba repasando el recuerdo de Aurelia, su voz, su olor, su pelea. Cuando la vio por primera vez, había planeado echarla de casa. Pero el deseo, un deseo obsesivo y retorcido, tomó el control. Ahora no podía pensar en nadie más.

"Se te da bien conquistar mujeres", dijo Zayn con pereza. "Hazlo tú mismo". Se levantó y dejó la mesa.

En su estudio, encendió el ordenador. Con un solo clic... apareció.

Aurelia.

En su pantalla.

 Tenía una cámara de seguridad oculta en el espejo; la habían instalado por seguridad... pero ahora cumplía un propósito mucho más siniestro.

Observó cada segundo de lo sucedido. Cada gemido, cada llanto, cada forcejeo. Cada instante en que ella intentaba apartarlo, pero solo terminaba llevándolo de vuelta.

Observó no con vergüenza, sino con ansia.

Más tarde, regresó a la habitación donde todo ocurrió. Las sábanas aún olían a ella, suaves, cálidas, inolvidables. Hundió la cara en la tela, inhalando profundamente. Incluso recogió su ropa interior de encaje que había cogido de la habitación del Sr. Sutherland, llevándosela a la nariz como si fuera una droga que no pudiera dejar.

Su aroma lo volvía loco. Cerró la habitación con llave, prohibiendo que la limpiaran. No quería que desapareciera ningún rastro de ella.

"Te encontraré...", susurró, con una oscura promesa formándose en sus labios.

"Y cuando lo haga... serás mía. Para siempre.”

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP