Lucía, al ver la llamada entrante de su antiguo compañero universitario Renato Suárez, su rostro se suavizó un poco y su tono se volvió aún más amable: —Hola, Renato.
—Es muy cierto, conseguí un trabajo en una gran empresa como directora general, así que no iré a trabajar a la empresa de tu familia.
—¿Cómo podría mentirte? ¿Quieres que salgamos a cenar y charlar un rato?
—Bien, además quería agradecerte, siempre has estado ahí para mí.
Juan, al escuchar a Lucía hablar con otro hombre y quedar para cenar, notó cómo su tono era tan suave y sus ojos se entrecerraban ligeramente.
Después de que Lucía colgara, Juan rápidamente le preguntó: —Mi amor, ¿quién te llamaba?
Lucía miró a Juan fijamente pero no le respondió, dejando claro que aún no se había acostumbrado a la situación, y Juan no entendía por qué debía estar alerta.
Lidia, a un lado, se iluminó y dijo: —Lucía, ¿era ese Renato, el guapo que siempre ha sido tan amable contigo?
Lucía afirmó ligeramente y dijo con calma: —Sí, Renato si